Al igual que el resto de literatura italiana que he leído en los últimos años, “El agua del lago nunca es dulce” destila crudeza, desigualdad, lucha, supervivencia, rabia, violencia, frustración y un largo etcétera. En un ambiente poco confortable, Gaia intenta buscar su lugar en un mundo impuesto y cuya esencia, poco a poco, irá penetrando en ella. Con un estilo diferente, plagado de frases infinitas en ocasiones difíciles de seguir y con un lenguaje directo y cercano, Giulia Caminito logra crear un relato en primera persona incómodo y asfixiante que no deja indiferente. He aquí un ejemplo de ello: “Yo soy la mujer rota y opaca, la que se refracta en las superficies y a la que siempre se ve a medias.” |