El agua del lago nunca es dulce

Esta es una historia de crecimiento, en la que una chica nos cuenta su infancia y adolescencia. La familia de Gaia es pobre y vivir en Roma es cada vez más difícil. Pronto se mudarán a un pueblo cerca del lago Bracciano y allí ella empezará a tener amistades, experiencias y esperanza. Esperanza en un futuro mejor, en el que la diferencia de clase y la precariedad laboral no la hagan sentirse rechazada. Donde termine el ser diferente, el vivir a contracorriente, sin televisor, sin móvil, sin ropa de la que presumir, sin poder encajar con la sociedad del momento. Un lugar donde querer y sentirse querida.

Antonia, su madre, es una mujer fuerte y valiente que debe sacar adelante a toda la familia, sus cuatro hijos y un marido paralítico. Su esperanza es Gaia y le dará la posibilidad de poder estudiar para no ser como ella. Gaia se esforzará en conseguirlo, siempre leyendo, siempre estudiando, siempre luchando por el cambio, ignorará sus miedos, con resignación y conformismo, superando la vergüenza en muchas ocasiones y sintiendo la presión de una madre autoritaria, que transmite dureza y frialdad y poco cariño.

Una presión que asfixia, que la va llenando de rabia, cada vez más rabia, porque nada es suficiente. ¿De qué le ha servido tanto esfuerzo? Y la rabia crece en su interior hasta que no pueda más, hasta que todo estalla.

Gaia nos lo cuenta de forma directa, clara y precipitada, con la sensación de asfixia constante. Con un estilo narrativo áspero y a la vez poético, que atrapa desde la primera página. Una novela con unos personajes muy bien construidos y el lago, como otro personaje más, un lago lleno de simbolismo, que cambia igual que la gente que vive a su alrededor. Una historia en la que descubrir el mundo cruel en el que vivimos.

Sumamente recomendada. Leída gracias a #masacritica de @babelioesp.