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Crítica de Yolib


Yolib
24 July 2023
¡Brillante, ocurrente y estupenda Riccardino!, la última novela de la serie del comisario, la número 35. Camilleri ya es consciente del éxito de la serie televisiva de Montalbano, y quiere que los lectores sepamos distinguir quien es su personaje y quien es el protagonista de tv, por eso, ya en la página 25, el comisario tiene un soliloquio consigo mismo acerca del desdoblamiento que siente desde entonces y es muy gracioso cuando se dice: “¿Sabes qué es lo mejor que puedes hacer, Montalbá? Lo mejor que puedes hacer es que cuando pongan la serie que lleva tu nombre apagues el televisor, salgas de casa y te vayas al cine a ver al Pato Donald.”
O cuando está con el obispo, en un momento, hablan de ello y le dice “Claro que una cosa es un personaje y otra una persona”, se describe a un Montalbano íntimamente agradecido porque alguien considere la diferencia.
¿Quién es en realidad el verdadero protagonista, el auténtico investigador del misterio, Montalbá, o su alter ego televisivo Montalbano? Andrea Camilleri, en éste último encuentro con su amigo Montalbano establece una especie de rivalidad entre el protagonista de la serie y el comisario de sus novelas escritas.
Además y muy importante, hay un nuevo personaje, El Autor. Camilleri se interpreta a sí mismo como un escritor en confrontación con su personaje, le discute el caso, es como si hubiera una lucha en la antesala de su cerebro (extraordinaria locución camilleriana): “—Voy a ser clarísimo. Con la historia de Riccardino me estás haciendo escribir una novela que es una mierda. Una gilipollez que hace aguas por los cuatro costados”. Y se ve a sí mismo también cansado, y a punto de cumplir 80 años. Se conforma explicándole a Montalbá que ese pique ya se ha contado también en novelas ilustres, Maupassant, Poe, Foucault….Siempre ocurrente y brillante Camilleri/Montalbá, o, Montalbá/Camilleri.
En el diálogo de la página 120, los dos nos cuentan a los lectores qué cosas de la prensa y de la crítica literaria han acompañado su vida de una forma machacona y molesta, que si el escritor es un producto mediático, que si ni siquiera es un escritor de género, que si es comercial etc. Andrea Camilleri, es mayor y se ha cansado de tanta pamplina y para despedirse de su insigne comisario, escribe Riccardino con todo su sentido del humor, su cinismo y su tremenda e inteligente cultura.
En esta historia, yo he sentido a un comisario más auténtico, más humano, los recuerdos de cómo empezó a ver a Dios en su niñez son de una sencillez enternecedora: “no te rezo ni aunque me mandes al infierno”. Se había muerto su madre y él no entendía esa decisión divina. O de cómo empezó su amor a los dulces, porque cuando el comisario se come un cannoli, siempre se recrea en algún recuerdo.
En toda la novela deja claro su ideología política, su descreimiento religioso y en las Instituciones en general. Ya se le han pasado los anhelos de juventud y la relación con Livia, su Pepito Grillo particular es igual que siempre, a distancia, con discusiones, pero consolidada del todo.
Además, para que los lectores nos despidamos de él, nos dice continuamente que está mayor, cansado y los demás personajes Fazio, Livia, todos lo saben y lo manifiestan: “—Porque usía está perdiendo el interés por el oficio. Lo veo clarísimamente. Lo conozco hace demasiado tiempo. No se trata de estar agilipollado, sino de estar cansado. Está harto, jefe. Y por eso me dedico a quitarle de en medio el trabajo más básico, el más antipático, el más pesado”.
Se van sucediendo los hechos como de costumbre en las historias del comisario, primero se descubre, de forma original, el crimen de Riccardino, hay una serie de problemas de otros personajes ajenos a dicho crimen, que luego están relacionados. Hay llamadas recriminatorias del jefe superior, las maravillosas torpezas de Catarella, el trabajo de Fazio y la mente analítica de Montalbano y el insigne humor de Camilleri termina por unir realidad y ficción, incluso se permite una discusión entre El Autor y el comisario al final de la novela para la resolución del caso: “—Me trae al pairo lo que parezca o deje de parecer. Si yo digo que el callejón existe y está allí, a ver quién es el guapo que me contradice. No serás tú ni los de la tele. Vigáta es una invención mía.” O también cuando Montalbano le dice un poco más adelante: “—Pero, a ver, ¿tú te lees lo que escribes?
Estos diálogos entre El Autor y el comisario son de lo más ingenioso y algo fantástico para despedir a este inolvidable personaje, y leer sus novelas, la mejor manera de rendir homenaje al gran Camilleri.





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