Las malas

Una gran lectura pero también una lectura que nos toca de lleno nuestro ser, nuestra mente, nuestra conciencia.
La escritora conoce muy bien el mundo que representa, ella ha vivido algunos aspectos que nos muestra, y en la novela, la narradora y protagonista se llama Camila.
Podemos hablar de tintes biográficos y también fantásticos pero todo ello escrito con una prosa destacable, admirable, en definitiva, posee belleza en la forma.

Narrada desde dentro nos traslada a una comunidad de travestis en Córdoba , Argentina, en un ambiente duro, difícil con historias de personajes, que, a pesar de las dificultades y las condiciones que les acechan y por las que siempre pagan un alto precio, también nos acercan a su mundo, a su forma de vivir, a sus sentimientos y sensaciones, a sus amores y a sus fracasos, …

Así es como podemos llegar a conocer un aspecto de la vida de una parte de la población que está a nuestro lado, que vive, sueña y siente en cada una de las ciudades del mundo, que vemos, aunque no conozcamos, que lo miramos, pero, en general, se trata de un mundo al que no prestamos atención, y del que nos alejamos. Aunque esto es lo que en mi entorno, se percibe.
Sin embargo, también tengo que añadir que existe una parte de población que sí se implica, y por motivos muy diversos. Unos porque los utilizan y otros son los activistas que tratan de ayudar.

Y dicho esto, nos encontramos con una novela que atrapa, de la que queremos saber y conocer, aunque nos desgarre. porque nos remueve y también nos intimida.

Nos presenta una crónica bastante detallada de muchas vidas, que alrededor de la Tía Encarna, uno de los grandes personajes de la historia, y de su pensión, nos descubre, por un lado, la fuerza, la alegría e incluso la belleza de una relaciones amables, y por otro lado, la dureza de un mundo despreciado, atacado y perseguido en torno al travestismo y a todo lo que implica.
Parece que no hay otra manera, otra forma de aceptar lo que también es un mundo natural y real. Solo lo consigue el que se aleja de él.

Tendemos a pensar que solo hay un mundo, de hecho es lo que hacemos, un mundo, una esfera de un tamaño colosal, lejos de la medida de cualquier categoría humana, un globo terráqueo, que permaneció durante miles y miles de años inconmensurable, pero cuyo contenido humano, se agrupa en una especie de cajón de sastre, dividido en compartimentos estancos, que acogen naturalezas humanas muy concretas y de difícil trasvase.
Ricos y pobres, sanos y enfermizos, listos y tontos, guapos y feos… y en medio de los extremos lo neutro, lo general.

Todo lo puramente humano camina por el interior del mundo y pisa sus circuitos. Luego quedan las afueras, los extrarradios, los inhóspitos descampados por donde se pretende señalar la dirección de vía única de la prostitución y el travestismo, la condena del exilio, el exilio de uno mismo, para salir en busca de otro que nos pueda presentar el gozo de la armonía, de la unidad sin contrarios, sin opuestos, entre lo que siento y aquello que noto que soy.

La generosidad en los espejos devolviéndonos una imagen más deseadaza, más necesaria, más urgente, más sana, este es el milagro al que aspiran la mayor parte de los travestis, es su grito, esforzándose lo indecible por ser, por darle una cabida más armoniosa y cómoda a su vida.

Sus ansias quedarán, demasiado a menudo, desdibujadas, oscurecidas y frustradas cuando dolorosamente comprendan como se les señala el camino, la dirección terrible de la prostitución.
La prostitución encadena con parecidos eslabones a la mujer prostituida y al travesti prostituido.

Nadie, nadie, tiene derecho a destrozar, a devaluar el alma de ningún ser humano, NADIE.