Las malas

"Las malas" me metió de lleno en el mundo de sus personajes, en un constante "querer saber más" de sus vidas. Por eso, y por el estilo de la escritura de Camila Sosa Villada, lo leí en sesiones muy largas de lectura, a lo largo de pocos días. Estremecedor y doloroso desde las primeras páginas, leer "Las malas" fue como abrir una ventana a un mundo que no conocía —que no es nuevo, porque está ahí, al frente de nuestros ojos, pero no lo vemos, o nos hacemos los que no sabemos—. En "el sótano de esta historia" lo que es claro es que lo que nos mueve a todos es la búsqueda por el amor —en la forma que sea—, por ser reconocidos por el otro, por vivir como queramos vivir en este mundo.

Por otro lado, la estructura narrativa del libro en partes se siente más como un collage de relatos cortos, de fragmentos y retazos de una vida a lo largo de muchos años; que como una novela. Esto me resultó a veces confuso, otras veces un poco cortante con el ritmo del libro y de la historia que se viene contando. Asimismo, las súbitas apariciones de hechos o criaturas fantásticas me parecieron más distracciones que aportes reales a la narración. Me sacaban del "tono" del libro, dándome por ratos la sensación de estar en otro libro distinto, fuera de lugar.

"¿Qué hacer con la certeza de que la mirada del otro dice lo mismo que la nuestra, que es posible salvarse, que la felicidad existe?"

"El padre ha hecho lo que pide el mundo: le ha pedido de todas las maneras a su hijo maricón que no sea la futura travesti, la gran puta. Que no viva, que negocie con Dios y viva sin vivir, que sea otro, que sea su hijo pero de ninguna manera que sea eso que quiere ser: eso que quiere manifestarse".