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Si Lovecraft, el gran escritor de relatos de terror, considera que esta historia se encuentra entre los mejores relatos de terror escritos jamás, no voy a ser yo quien lo ponga en duda, es más, estoy completamente de acuerdo con él. Por qué mientras lees puedes, ya no sólo sentir de manera palpable lo que les sucede a los protagonistas, también visualizarás innumerables escenas de películas de terror, lo que supone que ésta novela de 1859 es una pionera en estos trances, con un argumento resuelto de manera magistral sin grandiosos efectos especiales. Una casa encantada que no admite visitantes, y los que se arriesgan, por soberbios o escépticos, o simple desconocimiento, no duran mucho tiempo entre sus cuatro paredes. Una mala fama cuyo propietario conoce bien, y que un intrépido (o inconsciente) caballero quiere comprobar por sí mismo, así que se muda a la mansión maldita junto a su asistente y su perro. Lástima, de estos tres uno acabará muriendo...de miedo. Espíritus burlones, puertas que se abren solas, un frío que congela las entrañas, extrañas pisadas, un crimen oculto y sin resolver, pero sobre todo la voluntad de una fuerza superior que impide cualquier intento de huida. La descripción emocional y emocionante del terror vivido en primera persona es magnífica, y eso hace que no puedas parar de leer, al tiempo que, como en el cine uno se tapa la cara ante las escenas más espeluznantes, tu pulso se acelera. ¿Quién ha dicho miedo? No, “esto es horror, y no miedo”, como dice el protagonista. Aconsejo, si se tiene el sueño ligero, no leer en la cama antes de dormir... |
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