 |
Todo el tiempo se arrepiente de ser médico. Se queja de la sangre, de la carne, del dolor y la muerte. Sin embargo, el simulacro es evidente. El morbo lo consume. El horror de cada frase está en esa frágil resistencia, en la trivialidad de la maniobra. Morfina prolifera desde esas tensiones. No habría Bulgákov si se hubiera psicoanalizado o si se hubiera transformado en un honesto asesino serial. Es el soponcio del placer culpable el verdadero motor de estos cuentos extraordinarios llenos de nieve, viento, culpa y sadismo apenas camuflado. La morfina de Bulgákov es el placer de la escritura, la experiencia monstruosa, la fruición del médico carnicero, una madre universal que hace desaparecer el mundo. Son cuentos de amor infinito. Otro shot de Bulgákov, por favor.
|
>
