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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
15 April 2020
Ya lo he dicho en alguna ocasión, mi intención era hacer el reto Todos los clásicos grandes y pequeños solo con libros pendientes en la estantería desde antes del 6 de enero de este año, pero claro, una es débil, y tener un libro tan deseado como La bruja de Ravensworth en la estantería y no incluirlo en el reto solo por estar comprado a principios de febrero me parece un despropósito y casi hasta pecado (¡de los gordos!). Total, mi reto, mis reglas, y sanseacabó :) Os cuento qué me ha parecido.

La historia, ambientada en el siglo XII, presenta al barón de la Braunch, un valiente soldado durante las Cruzadas tras el que se esconde un hombre mezquino, cobarde y sórdido que considera insuficiente su fortuna y decide casarse con lady Bertha, una viuda buena y piadosa (y adinerada) que aporta un hijo al casamiento, hijo que heredará algún día la fortuna de su padre muerto en batalla. El barón, con su corazón negro y podrido de ambición, decide recurrir a Ann Ramsay, la bruja que habita una choza en el páramo de Ravensworth, para que con su magia negra altere el curso de los acontecimientos a su conveniencia, aun cuando esta intromisión exija sangre a cambio.

La bruja de Ravensworth vio la luz por primera vez en 1808, pero Brewer revisionó la novela para una segunda edición en 1842 de tal modo que al parecer la primera versión parece simplemente un borrador de la segunda. Obviamente la edición y traducción que Siruela ha publicado es de la edición mejorada de 1842, y en ella nos encontramos una narración ágil que se lee de un tirón y que en nada denota los casi doscientos años que carga a su espalda. Resultan muy curiosos los títulos de los capítulos, que te describen sin exquisiteces qué te vas a encontrar en cada uno de ellos y, en definitiva, es una novela tan moderna en su forma que sorprende. Va directa al grano, no sobra ni falta nada y apenas se extiende en lo que no aporta nada a la trama. Brewer no quería epatar al lector con una prosa florida repleta de descripciones y circunloquios varios; quería entretenerle, quería embaucarle y quería sorprenderle, y a eso se dedica página tras página. Se comenta en la introducción que La bruja de Ravensworth tiene mucho de planteamiento teatral, y creo que es una buena forma de definir la fluidez con la que avanza la historia y el porqué de algunas de las escenas que encierra.

En lo que respecta al fondo, todo tiene un aura de cuento de hadas pero muy al estilo Grimm; es decir, cuento con algo parecido a una moraleja al final, pero entre medias las cosas se ponen feas, muy feas... Ya sabéis que los cuentos originales de los hermanos Grimm son bastante oscuros y con un punto de violencia que la moralina de los siglos posteriores ha ido puliendo y eliminando, pero son como son, y La bruja de Ravensworth bebe mucho de ese lado tenebroso original. Además tiene un punto de suspense y misterio que va in crescendo durante buena parte de la historia, y no falta cierto toque sobrenatural (¿satánico, podríamos decir?) que da pleno sentido a la vitola de gótica que detenta la novela. Supersticiones, leyendas, magia, brujería, edificios encantados, maldiciones y sangre... todas estas singularidades se aúnan para conformar una historia donde los malos son muy malos y los buenos son muy buenos, pero donde no hay que dar nada por sentado.

También se comenta en la introducción (muy interesante y recomendable, por cierto, pero ni se os ocurra leerla antes de leer el libro porque destripa la trama sin miramientos) que apenas existe literatura gótica del siglo XIX con presencia de brujas en la historia, y es algo totalmente cierto en lo que no había caído hasta ahora. Además distingue entre bruja y hechicera: la hechicera puede hacer tanto el bien como el mal; en este libro tenemos una bruja-bruja de manual, de las que solo hacen el mal. Pensad en la imagen que tenéis de una bruja de toda la vida: más fea que picio, con su verruga, su nariz enorme, un único diente en su desierta boca, mirada maliciosa, encorvada sobre su caldero en una choza, con la única compañía de un gato maléfico y un cuervo andando a saltitos con un ala cortada... y estaréis vislumbrando a la perversa bruja piruja de Ann Ramsay.

La novela está llena de anacronismos totalmente intencionados por parte del autor a los que no hay que prestar demasiada atención, y luego tenemos ese final que yo creo que debe pillar a buena parte de los lectores con el pie cambiado... en realidad yo creo que hay que tomarse el libro como lo que realmente es: un divertimento y un juego por parte del autor repleto de artificios, efectos especiales y explicaciones imposibles... muy imposibles, diría yo. Esto se traduce en que la regla número uno para leer este libro es no tener prejuicios y abrir sus páginas para pasárselo bien, te cuenten lo que te cuenten, por muy improbable que sea. Es un cuento... gótico, sí; tétrico, también; misterioso, qué duda cabe... pero un cuento al fin y al cabo, y los cuentos tienen sus propias reglas. Como os pongáis a buscarle pegas se las vais a encontrar: no lo hagáis, no las busquéis. Echad una canita literaria al aire. ¿Por qué estropear algo que divierte y entretiene tanto? Hay que taparse la nariz y lanzarse a la piscina, sin más. Y a disfrutar.

Si os gustan las brujas literarias y os gustan los clásicos, disfrutaréis mucho de la bruja de Ravensworth, porque no solo destaca por todo dicho arriba, sino que además es muy original. No sé por qué, mientras iba leyendo, me imaginaba a George Brewer pasándoselo pipa mientras escribía la novela, y yo creo que eso se transmite al lector.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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