Menos que cero

Dicen por ahí que la novela es muy de los años 80 y que ha envejecido mal, que ese rollo Bukowski pijo está muy pasado y que incluso lo que en aquellos momentos fue tildado de sensacionalista ahora es casi un juego de niños. No estoy de acuerdo. Simplemente es una novela que retrata una época, un ambiente y un grupo de gente muy determinado, alejado de lo que somos la mayoría, pero reflejando aquellos oscuros lugares a los que todos podríamos llegar bajo ciertas circunstancias, las que rodean a Clay, el protagonista de esta historia.

Clay y sus amigos son hijos adolescentes de famosos magnates de la industria del cine o grandes promotores inmobiliarios; no es extraño que sepan de sus padres, y de con quién andan, a través de las revistas; manejan mucho dinero, conducen coches caros, nada les importa, nada les conmueve, todos tienen su camello particular y todos los días parecen celebrarse fiestas en las que, siempre con exceso, se fuma, se bebe, se consumen drogas y se folla, todos con todos, parece que la bisexualidad es la norma. Cualquier cosa con tal de conseguir sentir algo, lo que sea, algo que les saque de la NADA en la que se han instalado, la NADA que los tiene atrapados.

—Quiero volver.
—¿Adonde?
—No lo sé. Simplemente volver.

En esta fauna hay de todo, desde el integrado sin problemas (“¿Y qué está bien? Si uno quiere algo, tiene derecho a cogerlo. Si quieres hacer algo, tienes derecho a hacerlo.”), el que simplemente se deja ir (“—¿Adónde vamos? —No lo sé. Simplemente damos una vuelta en coche. —Pero esta carretera no lleva a ninguna parte —No importa. —¿Y qué es lo que importa? —Solo que estamos en ella, tío”), el que aún le remueve algo por dentro (“No quiero que me importe nada. Si me importan las cosas es peor”) y más de un juguete roto que acaba en la cuneta sin que parezca importarle a nadie.

La novela consigue su propósito, mostrar esa NADA, aunque la forma en la que lo hace pueda resultar incómoda, pues la propia forma es otra gran NADA: hasta llegar a las 30 o 40 páginas finales (realmente siniestras) , el relato es un continuo de diálogos triviales en los que se comenta una y otra vez el aspecto tan fabuloso que tienen todos, en los que se pregunta incansablemente por cómo y dónde está cada uno, qué ha estado haciendo y qué van a hacer a continuación (bien, por ahí, nada y lo que sea, menos quedarnos aquí), entre párrafos de este estilo:

“Kim se pierde y ha olvidado la dirección, así que vamos al Barney's Beanery y nos sentamos allí en silencio y Kim habla de su fiesta y yo juego al billar y cuando Blair pide una copa, la camarera le pide un documento de identidad y Blair saca uno falso y la camarera trae la copa y Blair se la pasa a Kim, que la bebe muy deprisa y dice a Blair que le pida otra. Y las dos hablan de lo mal que ha salido Lene en MV3.”

Si todo esto les parece muy lejano y quieren algo más de andar por casa, pueden leer «Historias del Kronen», muy muy similar en su planteamiento, aunque la clase social no sea tan exclusiva y el final no sea ni mucho menos tan truculento como en este caso.