Mi hermano se llama Jessica

Escrito en primera persona desde el punto de vista de Sam, un preadolescente al que, un día, de repente, su hermano confiesa que se siente chica.
La bomba cae en la familia como si fuera una gota de lluvia, los padres no lo aceptan ¡incluso llegan a llevarle a un psicólogo! y creo que no se profundiza en el tema todo lo que se tendría que hacer, pero esto es completamente lógico, porque nos lo cuenta un chico de 13 años.
Es un libro muy corto para poder tratar este tema como se merece, pero además, la mayor parte de la trama se la dedican a conversaciones que no tienen nada que ver. La relación de estos dos hermanos con sus padres no me parece muy sana, con una madre que sólo vive para el trabajo y un padre que no sé muy bien a qué dedica su tiempo, pero a estar con sus hijos, definitivamente, no.
Toda una crítica a gente con el cerebro muy cuadrado, que les encanta poner etiquetas en la frente sin conocer a la persona que hay dentro.
El aire fresco en este librito lo trae la tía Rose, la única que se dedica a vivir, a no dejar de hacer cosas por el “qué dirán”. Durante mucho tiempo, mi lista de peores padres literarios la encabezaban los de “Matilda”, pero aquí he encontrado un empate prácticamente hasta el penúltimo capítulo, así que seguiré dejando a los reyes de la antipaternidad.
Una lectura rápida y ágil que merece la pena. Lo aconsejo a todo el mundo.