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Crítica de UnaiGoiko74


UnaiGoiko74
11 October 2021
“¿Qué lees?, preguntó
Una novela.
¿Sobre qué?
¿Qué quieres decir?
¿Qué cuenta la novela?
No estoy segura, es difícil de decir.
Pero ¿cuál es la historia?
No sé, es difícil decir cuál es la historia, no hay mucha.
¿Es bueno?
A mí me gusta.”

Esta conversación, extraída de la novela, describe a la perfección mis sentimientos una vez finalizada su lectura.
Para analizar de un modo objetivo “Barrera” deberíamos de centrarnos en dos aspectos: el Qué y el Cómo.
El Qué (la trama principal o hilo conductor de esta historia no lineal) nos narra la búsqueda emprendida por Ibrahim Erkaya, brasileño de origen turco, que se ve obligado a viajar a su madre patria para tratar de investigar sobre la desaparición de su hija Fátima, cuya última pista desaparece en Estambul. Paralelamente o, mejor dicho, de un modo concomitante, Bettega nos describe la vida errática de Robert Bernard, un escritor francés de guías de viajes, atrapado en la urbe turca e incapaz de verbalizar un dolor, un duelo, una gestión de la ausencia (íntimamente ligado a lo que le acaeció a su hijo Lucas) que emponzoña su alma y espíritu.
Otros personajes también entrarán y saldrán repetidamente de la historia, pero serán Ibrahim y Robert los que, en última instancia, focalizarán el relato.
Mención aparte merecen dos personajes especiales. El primero de ellos es Ahmed, un artista turco rodeado de un halo de misterio absoluto, alguien al que se le menciona pero no se muestra (como fue el caso de Kaiser Soze en “Sospechosos habituales”), del que se dice que es “un artista tan delicado como misterioso, una especie de camaleón capaz de moverse en varios registros, en varias gramáticas” y de cuyo paradero indicarán que “unos dicen que se hizo monje y se fue a vivir al Tíbet, otros que se fue a Nueva York y trabaja en Wall Street, otros que nunca existió y que toda su obra es el resultado de un colectivo de artistas internacionales cuyo objetivo y obra mayor es precisamente la construcción del mito Ahmet”. El destino de Ahmed está íntimamente ligado al de Fátima y Lucas, de ahí la necesidad que Ibrahim y Robert sienten por encontrarle.
El segundo personaje no es un personaje al uso, sino que un lugar: el Gran Bazar de Estambul. En el hilo narrativo hace la función de vaso comunicante entre todos los actores implicados y guarda una relación directísima con el dolor que arrastran.

El Cómo adquiere en esta novela una importancia mayor que el Qué, me atrevería a decir. Bettega divide su obra en tres partes: Bariyer (barrera en turco), Entre y Barrera. En Bariyer nos introduce a Ibrahim Erkaya y sus pensamientos, en unos capítulos no aptos para el común de los lectores porque el escritor brasileño esgrime la licencia literaria de prescindir de la puntuación ortodoxa: cada capítulo únicamente contará con un punto; el final. de modo que nos adentramos en la lectura de hasta treinta páginas sin poder apoyarnos en el descanso habitual del punto. Este es el primer reto que el lector tendrá que afrontar, pero no el último. El segundo capítulo, Entre, nos describe dos escenas que entran en bucle y que se repiten obsesivamente hasta en tres ocasiones con sutiles variantes en todas ellas. Son imágenes, situaciones en las que lo onírico y lo real se entremezclan, dejando al lector con una sensación de aturdimiento de la que solo se podrá salir si nos ceñimos al hilo narrativo, excluyendo el resto de las imágenes y símbolos indescifrables. Barrera, por último, es un capítulo en el que el juego consistirá en cambios de la voz del narrador, sin previo aviso, como por ejemplo en “Él no sabe lo que hace allí. Él tiene cincuenta y cuatro años. Él pesa setenta y ocho kilos. Él es francés. Él tiene un hijo. Él soy yo”.
A modo de curiosidad, he de indicar que Amílcar Bettega se marca un cameo como los que hacía Alfred Hitchcock en sus películas.
Creo identificar en la conceptualización narrativa de Bettega influencias de Heráclito, aquel filósofo griego que aseguraba que todo fluía, y para quien la realidad era una, pero al mismo tiempo múltiple. Esta influencia se aprecia en muchos pasajes, pero en ninguno más que en este: “Es raro. Es como que uno nunca está en el mismo tiempo de los demás. O, mejor dicho, que la gente, en conjunto, nunca vive el mismo pedazo de tiempo. Como si hubiera varios tiempos al mismo tiempo. ¿Se entiende lo que quiero decir? Siempre hay un desfase, nunca coincide. Una permanente falta de sincronía.”
En conclusión, “Barrera” es un ejercicio literario transgresor, que sacude al lector y que a nadie dejará indiferente. Estamos ante una literatura creativa, experimental, nada ortodoxa, que requiere de un lector de larga distancia, capaz de asumir los retos planteados por el escritor, y que no se desanime si, en algún momento, se siente desorientado.
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