Un amigo en el infierno

Un amigo en el infierno está narrada en primera persona por Alfredo Morales, un idealista republicano que, tras exiliarse y sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, acaba confinado en un Gulag. El uso de la primera persona permite que el lector se sienta identificado con los
protagonistas y su peripecia vital. Alfredo es una persona inteligente y sensible, capaz de empatizar con quienes sufren, por encima de diferencias ideologías o nacionales. El relato empieza in medias res, en un campo de trabajo situado en la Unión Soviética, en 1945. Se estructura en seis partes con unidad de acción y lugar para cada una de ellas. Dos partes en el Gulag de Rusia —la primera y la quinta—, entre 1945 y 1953; la segunda parte discurre en Barcelona durante la Guerra Civil, de julio de 1936 a la caída de Cataluña, en febrero de 1939; la tercera parte se sitúa en el exilio en la Francia ocupada; la cuarta parte nos lleva a Berlín durante la Segunda Guerra Mundial y concluye con la batalla final en la capital del Reich, entre abril y mayo de 1945; el sexto capítulo describe el final del encierro y el regreso al hogar de los protagonistas. Cada capítulo, a su vez, se divide en varios apartados.
La novela está situada en un arco temporal que va de 1936 a 1954, con referencias puntuales a sucesos anteriores al inicio de la Guerra Civil, con los que Julen Berrueta completa el perfil de algunos personajes. Los acontecimientos más importantes del período, de las barricadas de julio de 1936 a la muerte de Stalin, en marzo de 1953, pasando por el sitio de Leningrado, la caída de Berlín o las batallas del Ebro y Krasny Bor,
aparecen integradas, de forma directa e indirecta, en el argumento. Un amigo en el infierno narra la historia de trece españoles que sobrevivieron al franquismo en la Guerra Civil, al nazismo en la Segunda Guerra Mundial y a la represión estalinista en la Guerra Fría. La vida de estos trece hombres y mujeres está inspirada en un grupo real de unos treinta y cinco españoles que estuvieron sometidos a los mismos vaivenes que aparecen en la novela.
Con habilidad, Julen Berrueta plantea, además, una paradoja emocional: el tiempo compartido ha unido al grupo de los trece hasta el punto de que todos conocen ciertas interioridades de los demás, pero ninguno se considera amigo íntimo de los otros. La respuesta solo la tiene el lector.