Era ese momento de las grandes noches, en que los nervios te agarraban en el estómago porque aún teníamos una edad en que cada noche creías que algo diferente, único, inesperado podría ocurrir.
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Era ese momento de las grandes noches, en que los nervios te agarraban en el estómago porque aún teníamos una edad en que cada noche creías que algo diferente, único, inesperado podría ocurrir.
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Era una suerte que nunca me hubiese enamorado de Blanca. gracias a eso, aún seguimos siendo amigos a los 55.
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Yo ya había comprendido que el mundo nunca se acaba, que a un día malo siempre le sigue otro que puede ser mejor (...) y que, a veces, lo único que hay que hacer para vencer es esperar.
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Hay demasiadas historias de amor que terminan sin final. Quedan cosas por decir o ganas por saciar o pactos por cerrar. Una historia sin final se convierte en una herida siempre abierta.
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El retrato de Dorian Gray