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Crítica de DanielaMedea


DanielaMedea
16 March 2018
En un dinámico juego de tiempos, la novela “El país de las mujeres” de Gioconda Belli relata, desde un narrador omnisciente y una multiplicidad de voces de personajes, el atentado contra Viviana Sansón, presidenta de Faguas, y cómo se conformó y llegó al poder el Partido de la Izquierda Erótica, su organización de mujeres autodenominadas “hembristas” y felicistas.
La obra está atravesada por el tópico de la femineidad, ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es lo femenino? Mujeres presidentas hay varias, pero… ¿cómo sería una dirección política femenina? A estas cuestiones aluden distintos intertextos en diferentes capítulos, entre los que se destacan las figuras de Silvia Montenegro y Virginia Wolf; sin embargo, el desarrollo de los conflictos da una respuesta más concreta y finita.
Para el PIE, el gobierno de un país en manos femeninas es maternal, erótico y sensible; en contraposición al de los hombres: corrupto, abusivo y cruel.
El gobierno de mujeres sexys ve a patrones, trabajadores y amas de casa como sus hijos y quieren que todos sean felices. Limpiarán el país de la corrupción de los hombres. Darán una amplia libertad democrática para que los hijos machistas expresen su deseo de deponer al nuevo gobierno, pero a la vez, como madres imponentes sabrán despedir a todos los empleados estatales (varones) para que no intimiden a las mujeres, mandarlos a atender las tareas del hogar y exhibir en una plaza pública a los violadores para que reciban la condena moral de la sociedad.
Sin duda alguna Gioconda Belli despliega un gran sentido de la ironía que solo es pausado por las historias enmarcadas de opresión de cada personaje mujer.
Aun así, la idea de mujer empoderada desde su rol maternal no es una simple ironía, pues tiene raíces muy profundas en el proceso de resignificación de la maternidad bajo el gobierno sandinista de Nicaragua a través de la conformación de comités de madres que proliferaron después del AMPRONAC/AMNLAE (organización de madres), con la diferencia de que en Faguas la organización femenina sí tomará la agenda femenina.
Con un absurdo muy ingenioso, el PIE llega al poder por la pérdida de testosterona de los hombres, evitando así la complicación que exigiría un desarrollo más realista y quizás innecesariamente denso para una novela que quiere ser fantástica. Incluso debería tener más elementos fantásticos para mi gusto.
Pero Belli no pudo dejar ahí la conquista del poder, y deja entrever algunos resabios sandinistas: tuvo que agregar que la campaña estuvo centralmente dirigida a las amas de casa y patrocinada por empresarias, en tanto que el resto de la población, calificada en hombres y juventud, era atraída por sus curvas y forma de vestir -de motociclista sensual-.
La literatura erótica es el campo de nuestra escritora, no obstante, la explotación de los estereotipos físicos femeninos para conseguir el apoyo de la población masculina, más que darle un toque erótico, recuerda a algunas mujeres militantes (de derecha y de izquierdas) que recurren a la seducción como método político porque no confían en su capacidad de sujetos para convencer a los hombres de sus ideas y sus posiciones.
Y no se trata solo del “mensaje” moral o didáctico que alguien le pueda encontrar a la ficción. Estos personajes con cuerpos, almas y mentes absurdamente coherentes y perfectos son un tanto aburridos y predecibles.
Por otro lado, los sectores de la sociedad que participan y el rol que ocupan en la llegada al poder del PIE también recuerdan la política de conciliación de clases con la que dirigió la revolución nicaragüense el partido sandinista -del que nuestra escritora fue funcionaria- y la negación de la existencia de la clase obrera como sujeto político.
Empresarias y mujeres de la clase trabajadora tenían “deseos de que las tareas del hogar no les cayeran encima como norias que tenían que jalar como mulas”: aquí es cuando el “hembrismo” se declara policlasista, y en términos literarios pierde verosimilitud, ¿Alguien puede imaginarse a doña Vivian Fernández de Pellas tratando de sacar el sarro oculto en las hendiduras y esquinas más finas de su lujoso inodoro?
Al observar esto se comprende mejor la simpleza de que la pobreza en Faguas sea responsabilidad pura de los políticos corruptos, y que se llegue a afirmar, en clave etapista, que no tiene sentido cuestionar el sistema capitalista o hablar de socialismo “cuando no se han superado cosas básicas”.
Entre las “cosas básicas” se incluyen el cambio de la “o” por la “e” para eliminar el universal masculino de la lengua, la legalización del aborto, guarderías en las fábricas y varias políticas que en los países capitalistas de todo el mundo todavía cuestan conquistar; y que sin embargo, con sus contradicciones, fueron conquistas reales hace un siglo atrás, en un país no menos pobre y patriarcal que Faguas, donde dirigieron mujeres tan estereotipadamente bellas y de una sexualidad polémica para la prensa burguesa, a manera de las del PIE, como Aleksandra Kolontái, junto con otras grandes mujeres y hombres, que no se destacaban por esas características, sino por muchas otras que hacen a la femineidad -si es que existe-, a la mujer, y a la clase trabajadora.
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