El segundo jinete: El inspector Emmerich en la Viena de entreguerras

En el marco de una Viena azotada por la pobreza de la posguerra, el inspector Emmerich y su joven ayudante Ferdinand Winter (inocente y leal procedente de alta cuna venida a menos) se ven envueltos de manera accidental en el suicidio de Dietrich Jost. Soltero, azotado por la artofibrosis, 36 años, resabiado, terco, empecinado y un tanto caradura, Emmerich se juega el tipo en un caso que no es el suyo, ayudado con algún que otro golpe de suerte en unos años en los que hacer cola es lo cotidiano en la capital austríaca.
La autora reproduce con habilidad la época de entreguerras y dota a la narración en tercera persona de un ritmo trepidante desde las primeras páginas, con hechuras de best seller, gracias al manejo acertado de la intriga que no decae, al de la tensión narrativa, los puntos de giro y los finales de capítulos. Con tres líneas argumentales (la inestable vida personal de Emmerich, el incesante contrabando y los asesinatos), el libro critica el juego sucio de las sociedades de emigración y la hipocresia de la alta sociedad de una Viena, donde, a pesar de las estrecheces y la miseria, el hombre sigue buscando su momento de diversión y placer, incrementar su fortuna aunque sea a costa de los demás y por muy turbulentos que sean los días, o bien sobrevivir una jornada más ya sea al margen de la sociedad en la que solo unos privilegiados beben café que no sea de cebada, achicoria o bellotas.
La historia te atrapa hasta el desenlace, a pesar del sabor a hiel del triste contexto donde su mueve el protagonista y su ayudante (personajes bien definidos), a golpe de sorpresas argumentales que confluyen en un final un tanto forzado, en el que una foto de la guerra y unos crímenes horrendos tienen la clave. El pasado siempre vuelve y su rastro es una amenaza en el presente. Una novela negra que gustará a los amantes del género y que parece que será la primera de una saga.