El monte de las ánimas

Cuenta la leyenda que nobles y templarios libraron una trágica batalla por envidia, pues un rey encargó la defensa del feudo a los religiosos dejando en entredicho la valía de los señores.
¡Con el honor hemos topado!
Y claro, a espadazos acabaron.

Y dicen, se comenta, se rumorea que en la noche de difuntos, o de ánimas como así la llamaban los cristianos viejos, despiertan de sus tumbas los espíritus de uno y otro bando enterrados en la capilla de tan funesta montaña para revivir la contienda.

Y así es como Don Alonso en una cabalgada, narra a su prima Beatriz el terrible suceso.
Ella, en su capricho envía al gentilhombre en busca de una cinta estraviada, curiosamente, en ese monte, apelando a su gallardía. ¡Maldita hombría! Yo en su lugar lo tendría claro...¡qué vaya mi prima!
Y es que más vale lápiz enfundado que decapitado.

Desgraciadamente, la leyenda dejó de ser contemporánea hace mucho tiempo, no solo no ha trascendido La noche de ánimas, sino que hemos importado de yankilandia Halloween, a mayor gloria de los centros comerciales.
¡Sea!

Y ocurre lo mismo con Becker, que lo estamos perdiendo. Hemos puesto tanto énfasis en nuestro hidalgo, que estamos olvidando al resto.

Y que bien escribía Don Gustavo, que excelente prosa, que elegante forma de pintar paisajes y generar sonidos con palabras. Incluso en lo gótico, ¡qué verbo!

Permíteme el consejo, aunque vivamos en la desmemoria de nuestra rica cultura,.
Si en la madrugada del 1 de noviembre te cruzas con la Santa Compaña o pisas un hueso en el campo, no digas aquello de truco o trato.
Nuestros espectros no dan caramelos ni chocolates.

Te arrastran hasta el infierno

Existe una versión ilustrada de esta leyenda, por supuesto, descatalogada. de manera más accesible se puede encontrar en sus Rimas y Leyendas.
En cualquier caso, bien merece una lectura que sorprenderá a los incautos.