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Crítica de Ros


Ros
01 August 2022
He leído este libro sin dejar de repasar mentalmente la película Sylvia, dirigida por Christine Jeffs, sobre la vida de Sylvia Plath y Ted Hughes, así que he estado de alguna manera viendo y leyendo simultáneamente a ambos poetas a los que respectivamente dan vida los actores Gwyneth Paltrow y Daniel Graig, he podido comprobar también, como una parte del libro habla de la película y una parte de la película habla del libro. Por cierto, una excelente película.

Un libro que rememora, como su título ya indica, los últimos días de la escritora, cuando con sus dos hijos y por supuesto, separada de Hughes, entonces él vivía con Assia Wevill, otra escritora que también acabaría suicidándose, decide pasar algunos días en casa de sus amigos, el matrimonio formado por Jillian Becker y Gerry, a los que acude porque dice no encontrarse bien, acompañada de sus dos hijos.

No estuvo mucho, pocos días después, decidió volverse a su casa con sus niños y fue en la madrugada del 11 de febrero del año 1963 cuando se suicidaría. Tenía solo treinta y un años, una vida de escritora y dos niños a los que procuró que no les pasase nada.

La vida de Sylvia Plath , como también la vida de Virginia Woolf, parece que sean vidas predestinadas, prontas a quebrase, a deshacerse en los mares aterradores de una enfermedad que las atenaza, llevándolas incluso a decidirse a perder la vida.

Jillian Becker, la autora, deseaba escribir poesía, y lo hacía pero no dejó de sentirse eclipsada sobre todo al leer la poesía de su amiga Sylvia , y entonces lo dejó.
Sylvia no intentaba escribir poesía, la escribía y era buena, muy buena.
Ahora, añado este libro sobre Sylvia Plath a toda su obra que queda organizada en mi querida librería.

En el libro aparecen entre las dos mujeres, Jillian y Sylvia, similitudes de vida que consiguen que puedan hacerse amigas, es verdad que por un tiempo muy limitado, solo unos meses, el suicidio de Sylvia terminará abruptamente con la relación amistosa de las dos mujeres.

Hay dos cuestiones que quedan recogidas en el libro, que bajo mi punto de vista son extremadamente certeras, si hablamos de resaltar y traducir parte de la personalidad de Sylvia Plath.

Una, cuando decía que le gustaban las personas que le podían enseñar algo, como la cría de abejas, por ejemplo. La autora cree, y yo con ella, que lo que Sylvia pretendía era aprender palabras para poder hablar con absoluta propiedad de las abejas, más, mucho más, infinitamente más que querer saber sobre ellas.

La segunda cuestión tiene que ver con una frase que le comentó a su amiga en relación a la diferencia entre escribir poesía y prosa, resaltando, en este sentido, que la prosa tenía que estar muy trabajada, mientras que la poesía necesitaba grandes dosis de espontaneidad.

De esta manera, la poesía tiene que atender a aquello que nos desborda, que crece, que es imparable , una imperiosa necesidad de derramar hacia fuera y rápidamente lo que se está sintiendo.

La novela, sin embargo, requeriría de un entorno propicio, un trabajo, una preparación previa, unas letras que nazcan calmadas , se organicen y den páginas sosegadas y recoletas.

La autora Jillian Becker, lo que nos relata es su visión de lo que vivió junto a Sylvia en aquel tiempo que fueron amigas, que se veían y hablaban de todo un poco y, por tanto es un testimonio directo, emotivo y conmovedor.
Leemos y vemos que hablaron de muchos asuntos, comunicaban bien y se entendían, se dijeron cosas que tenían cierto calado íntimo.
Según ella misma relata y aun habiendo pasado el tiempo, nunca la ha podido olvidar.

A mí me gusta mucho Sylvia Plath, y yo también tengo su obra muy cerca.
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