Mis amigas se compran casas

Hay quienes se fueron buscando una vida mejor y no volvieron. También quienes se fueron y no encontraron aquello que buscaban. O las que se fueron y al regresar tampoco hallaron aquello que dejaron, aquello que ya eran.

A finales del año pasado leí la serie de relatos que componen “Mis amigas se compran casas”, editado por @macleinyparker, historias delicadas y muy cuidadas en torno a la búsqueda de un hogar. La sensación de asomarme a estas casas y conocer a las doce amigas que las habitan me produjo tantos sentimientos juntos que es difícil de explicar: desamparo, incertidumbre, soledad no deseada y cierta alienación.

Todos los relatos están protagonizados por mujeres de diferentes edades, razas y clases sociales. Mujeres latinas que vienen a España a cuidar de nuestros mayores, africanas que se embarcan en peligrosos viajes por mar, otras que se mudan a países del norte de Europa y el clima aplasta su espíritu… Tan diferentes pero con algo común: la nostalgia y el desarraigo.

Y es que @mariabautista.berlin, su autora, sabe perfectamente de lo que habla. En sus palabras se palpa esa sensación de añoranza –y no sólo por echar en falta las horas de sol desde que se mudó a Berlín–. Su estilo cercano también tiene unos necesarios toques de humor negro que nos suavizan esta realidad: “Mis amigas se han comprado casas. Ahora están pensando en congelarse óvulos. Yo espero que la hemorragia no manche el nuevo colchón”. Porque una casa no se puede llevar de vuelta a tu país cuando vuelvas, si es que vuelves.

Historias de realidades que quizá no debieron ser, pero son. Historias de mujeres valientes que salen adelante a pesar de los numerosos obstáculos del camino de la vida. Porque, en ocasiones, lo difícil no sólo es marcharse, sino adaptarse y vivir.
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