Abrazando la revolución

Ajusticiamos por igual a seres grandes y pequeños, a los de metabolismo rápido y a los de tránsito lento, a los elevados por encima de sus congéneres y a los menos favorecidos, a los que poseen y a los desposeídos.

¿Es horrible traer a una persona al mundo sabiendo que quizá tengas que enviarla de vuelta antes de que apenas haya vivido?

El problema es que la gente es razonable. Son muy razonables, hasta que ya no pueden serlo.

¿Por qué elegí vivir en un fósil? Me mordí el labio, porque sabía la razón: una casa de nueva construcción no encajaría conmigo. Demasiado inmaculada, demasiado impersonal. Yo ansiaba una casa rota.

(Si te preguntas por qué una mujer cambiaría sus extremidades y su corazón palpitante por un pedacito de seguridad, pues… A lo mejor eres joven. A lo mejor el mundo ha cambiado. A lo mejor eres tan tonto como un tocón devorado por el musgo).

Antes era una chica. Ahora soy cientos. Los muertos me despiertan con susurros y permanecen conmigo mientras sueño.

¿De cuántas formas puedes matar a una chica? Demasiadas para contarlas, supongo, pero al final el cómo da igual. Porque en una zona rural repleta de monstruos, no hay tiempo para llorar a las que son como yo

No es justo, joder. No era justo que nosotras fuéramos siempre las que teníamos que perder, cambiar, convertirnos en otra cosa. Renunciar a nosotras mismas. No era justo que lo único que tuviéramos como defensa fuera una magia escasa y desesperada que no perjudicaba a nadie excepto a nosotras.