Soledad

Niña muerta. Madre muerta.

Podría ser un lema de esta mujer Soledad, a la que le arrebatan su bien mas preciado: su hija. Y su nombre propio resuena en sus entrañas para siempre. Cuando nació y ahora que murió.

Soledad se siente mas sola que nunca. Su hija Abigail era el hilo de su vida y el que le permitía abandonar ese sentimiento de vacío en el que que se había convertido su vida.

Soledad con su marido que la oprimía, que la sometía. Soledad con su suegra que apoyaba a su hijo. Su soledad deja paso al odio, a la ira contra ellos y contra todos.

Abigail ha cambiado, ya es una adolescente. Ya no se siente su mejor amiga, ya no confía en ella, ya no le cuenta secretos. Soledad siente celos de quien la quiere. Pero es su madre y tiene que protegerla de las miradas lascivas de su padre, de como la miran los hombres ya en ese cuerpo de mujer bello, perfecto.

Una noche, tardando mucho en volver Abigail, una simple llamada de su madre, llevara al desenlace más horrible. Tras una discusión con su madre, la típica entre madre e hija, Soledad con su mochila cargada de odio, de ira, empuja a su hija cayéndose encima de una piedra arrebatándole la vida.

La culpa la carcome. Pero no su propia culpa sino la de los demás. Ellos tienen la culpa: su marido, su suegra. Los mata autoconvencida que así pagaran por arribártele su hija.

“Acaso no sabias que así son los actos de amor verdadero, los que no esperan nada a cambio. Los actos de amor verdadero son a menudo los más crueles, son irreparables”-

La culpa la perseguirá hasta el infinito. Pero era por amor, era para protegerla.