República luminosa

República luminosa es una boca entreabierta que balbucea un lenguaje mágico, frondoso como la selva donde se espera hallar el milagro, es una crónica de un hecho sorprendente, terrorífico en cierto modo, de una redefinición de la infancia, de un adulto que ve temblar los cimientos de la lógica de su pensamiento.

Con ecos lejanos a El Reino de este mundo de Alejo Carpentier en cuanto a la ambientación selvática y ancestral, nos adentramos en la población de San Cristóbal, donde desde las primeras páginas se nos avisa de la aparición de treinta y dos niños que, tras un violento suceso, desmontan la idea de infancia tal y como los adultos presuponemos conocer. Unos niños sin familia o, más bien, una familia de niños.

Pese a que estamos más que acostumbrados a rodearnos de imágenes implacables y muchas de las veces hasta morbosas, ¿qué ocurre cuando la violencia altera el orden de lo sagrado y es ejercida por niños? Y es más, ¿qué ocurre cuando tus propios hijos, frutos de la civilización y no de la barbarie, son llamados desde las profundidades de la tierra, o desde cualquier arbusto, para conocer lo que a los adultos les ha sido negado?

Lo atractivo del libro reside en que nos fascina lo que se sale de los confines de lo establecido como normal, donde el poder de las autoridades se ve incapaz de explicar y controlar una sublevación silenciosa, pero que configura un nuevo idioma que separará aún más los mundos de adultos y niños.

Una vez que terminas su lectura, necesitarás unos días para asimilar su carga onírica, casi mística pero terriblemente desesperanzadora.


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