No te deja indiferente. Lo lees, sientes mucho, la piel se te vuelve un poco más fina, notas cómo duele, tratas de entenderlo todo, se te abren los ojos, el corazón, las tripas... "Las manos pequeñas" es una lectura dolorosa no porque lo que narre lo sea (que en su mayor parte, no es así), sino por cómo se han elegido las palabras para hablar del dolor. El autor pone el foco de atención en una serie de emociones y pensamientos que tiene Marina, la niña protagonista de la historia. Esta Marina que siente y nos comparte sus juegos, sus ansias y secretos, es una niña con la que todos podríamos habernos cruzado en algún momento de nuestras vidas. No es un libro que busque adoctrinar ni convencer, es tan solo el retrato de un dolor palpitante, de un ser diferente, de un intentar encajar, querer que te quieran, no saber cómo querer. Pero, sobre todo, es un libro que ahonda en lo más profundo del instinto humano, accede a muchos de sus recovecos prohibidos y habla sin tapujos de lo que puede llegar a pasar, así, de repente, cuando tememos aquello que no somos capaces de comprender. |