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Crítica de Guille63


Guille63
09 December 2023
“He venido a Nueva York porque es el más desolado de los lugares, el más abyecto. La decrepitud está en todas partes, el desorden es universal. Basta con abrir los ojos para verlo. La gente rota, las cosas rotas, los pensamientos rotos. Toda la ciudad es un montón de basura.”

En una entrevista se ofreció a la consideración del autor una interpretación de “Trilogía de Nueva York”, esta fue su respuesta:

“Lo que sea que digas probablemente será interesante y tal vez no se aleje demasiado de la verdad, pero no significa que sea consciente de ello cuando escribo. Todo surge de un zumbido inconsciente y realmente no sé lo que estoy haciendo. Si suena bien, lo hago, y si suena mal, lo rompo y empiezo de nuevo. Todo tiene que ver con un estado emocional en el que te encuentras, ciertos tipos de imágenes que te atrapan y se sienten poderosas y convincentes.”

Interpretaciones aparte, ese zumbido inconsciente es lo único que realmente importa, lo tiene que oír el autor pero también lo oye el lector cuando entra en ese estado emocional, cuando consigue esa conexión con el texto, que hace tan especial el encuentro con algunos libros. Un zumbido siempre muy personal, pero que en el caso de libros tan abiertos y sugerentes como este lo hacen aún más propio e intransferible. Como dice un personaje en “La habitación cerrada”:

“Las historias sólo suceden a quienes son capaces de contarlas… las experiencias sólo se presentaban a quienes eran capaces de tenerlas.”

Yo he tenido la suerte de oír el zumbido, de tener una experiencia con “Trilogía de Nueva York”, tres experiencias, de hecho, distintas y parecidas pues las tres historias vienen a decir cosas muy similares y prácticamente con los mismos elementos. Escritores metidos a detectives y detectives que parecen escritores (no es una novela de detectives, sí de escritores) que en un momento de sus vidas se dan cuenta de que no son ellos quienes las dirigen y se rebelan de la mejor forma que pueden. Personas que dejan de vivir para centrarse en la vida de otros, uno para autodisolverse en otros yoes, otro inocentemente y sin pretenderlo, el último para borrar su influjo.

“Escribir es una actividad solitaria. Se apodera de tu vida. En cierto sentido, un escritor no tiene vida propia. Incluso cuando está ahí, no está realmente ahí.”

La identidad, el gran tema de Auster, más relevante para alguien como él que en cada libro tiene que desdoblarse en un sinfín de personajes ¿Quiénes somos? ¿Podemos estar seguros de lo que creemos que somos? ¿Llegamos a conocernos alguna vez o nos vamos haciendo cada día más opacos? ¿Pudimos ser otra cosa, nuestra vida podría haber discurrido por otros caminos, cómo de distintos podríamos haber sido, somos solo fruto del azar? ¿Hasta qué punto podemos rechazar las imposiciones que nos vienen de fuera e imponer nuestra voluntad? ¿Hasta qué punto nuestro propio pasado nos empuja en una dirección?

“En general, las vidas parecen virar bruscamente de una cosa a otra, moverse a empellones y trompicones, serpentear. Una persona va en una dirección, gira abruptamente a mitad de camino, da un rodeo, se detiene, echa a andar de nuevo. Nunca se sabe nada, e inevitablemente llegamos a un sitio completamente diferente de aquel al que queríamos llegar.”

Pero también hay infinidad de otras cuestiones. No pocas tratan sobre el lenguaje, la relación entre las cosas y las palabras que las nombran, una mítica lengua natural, las limitaciones que el lenguaje nos impone… Sobre el escritor y la literatura, sobre el escritor y su oficio, el amor que deben sentir por las palabras, la necesidad que tienen de creer en el poder de los libros, la confusión entre narrador, personaje y autor, la posibilidad o no de retratar la realidad, de representarla, de fijarla, de ser su espejo, la oscuridad como causa y fuente del escritor, la necesidad imperiosa de escribir, la necesidad imperiosa de ser leídos, la forma en la que les gustaría ser leídos… No está la historia en las palabras, sino en la lucha, y…

“… si significa algo o no significa nada no es la historia quien ha de decirlo”.

Sea como sea, la novela es intensa, desconcertante, contradictoria, autodestructiva incluso, y hermosa. Bien puedo hacer mías, para cada una de las novelas y para todas en su conjunto, las palabras de uno de sus personajes:

“Todas las palabras me eran conocidas, y sin embargo parecían juntadas de un modo extraño, como si su propósito final fuese anularse unas a otras. No se me ocurre ninguna otra manera de expresarlo. Cada frase borraba la frase anterior, cada párrafo hacía imposible el siguiente. Es extraño, entonces, que la sensación que sobrevive de ese cuaderno sea de gran lucidez.”
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