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Casi desde el principio de la lectura de “Ciudad de cristal” percibí un cierto aire de familia que me estaba gustando mucho (estoy seguro de que Auster será mi nuevo redescubrimiento tras un tortuoso pasado juntos). Como esta sensación persistía, busqué en Google por si había más gente que hubiera sentido la misma cercanía literaria con Vila-Matas que yo estaba observando (y que después no noté tanto o no noté en absoluto en sus otras dos novelas que conforman la trilogía). Inmediatamente olvidé mi propósito pues lo que encontré fue sorprendente. No solo Vila-Matas había descubierto a Auster con esta novela, no solo había escrito un ensayo titulado “No soy Paul Auster”, no solo mantiene con él una admiración mutua y una relación más o menos estrecha, sino que además parece ser que fue él quien le dio al autor americano el motivo para escribir esta novela. En su “Cuaderno Rojo”, Auster cuenta que la idea de “Trilogía de Nueva York” surgió gracias a dos llamadas de teléfono equivocadas que recibió en dos días consecutivos. Parece ser, y esto pudiera ser solo una de esas maravillosas anécdotas que solo tienen el antipático defecto de no ser reales, que fue Vila-Matas, antes de conocer al autor, por quién por puro azar se hicieron esas llamadas después de que, confundiéndolo con Salinger, le persiguiera por Nueva York, tal y como el protagonista de la novela de Auster, un escritor llamado Quinn, hace con Peter Stillman. “Nada era real excepto el azar.” |
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