Mexicana

Esa parte de mí, ligera como el ala de una mosca, que es capaz de despegar y volar dentro del remolino de la literatura, aparece en otro país, en otro continente. Es una tierra que nunca he pisado físicamente. Un aire cálido que nunca he respirado. La luz, pincel que dibuja los contornos de todo y sus colores y su belleza, no es del todo la misma a la que estoy acostumbrado. Hay platos de comida coloridos, untuosos, variados, algunos en los que el picante hasta puede olerse. Se escuchan músicas de fondo, unas alegres que invitan a bailar; otras que te obligan a sentarte y navegar por la pleamar del recuerdo, que rebosa y sale por los ojos en forma de lágrima.

Estoy en un país humedecido por un océano en su zona este, por otro en el oeste y bañado por el tequila y el mezcal.

Un viaje a México. Eso es lo que ofrece en este libro Manuel Arroyo-Stephens, como homenaje a dicho país. Unas deliciosas memorias de los tiempos vividos a caballo entre el país americano y España, en las que el autor nos lleva desde su capital a otros lugares de la costa, como la zona de Bellavista, cerca de Pantla, donde se hizo una casa frente al Pacífico.

De sentir el vapor que asciende del asfalto de la gran urbe paso a cerrar los ojos frente al frescor y la humedad del océano, imaginando el punto de fuga del paisaje, mientras los pelícanos pescan y los lagartos se tuestan al sol, como veraneantes. Nunca falta un brindis, una canción, un atardecer. Ni siquiera la tragedia se queda fuera, pues siempre encuentra la grieta por la que salir y florecer.

Pero la mejor parada de este tour por el país azteca, y solo por ella ya merece la pena, es la que hace el autor en la figura de Chavela Vargas, pues fue él quien la trajo a España en los noventa, tras muchos años de silencio y de malvivir en México.

Ya de regreso, me parece percibir aún el aroma de los chilaquiles, las pláticas de sus gentes, el choque de los caballitos sobre la madera del mostrador y esa voz rasgada, ese llanto cantado, esas luces que dejaste encendidas, ese último trago y nos vamos.
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