Mi probable favorito

Este libro es la cuarta obra que me leo del autor, Juan Arcones.
El libro nos narra, principalmente, la historia de amor de Simón Castel y Jae-young, un chico coreano nuevo en la universidad y, a la vez, de manera paralela, nos implica en el asesinato de un joven, compañero de piso y clase de Simón.
Comenzaré destacando los aspectos del libro que me han dejado frío, como es la relación entre los personajes. Me parece lenta, aburrida, simple, poco profunda e irrelevante. Pasan demasiadas cosas sin que suceda ninguna. Son universitario y parecen sacados de una película de Disney en cuanto a hormonas, inseguridades, locuras, amor, sexo, sentimientos, gestión emocional... se refiere.
Y si, además, comparo, porque no puedo evitarlo, con la trilogía anterior del autor, no encuentro la evolución de los personajes, la distinta franja de edad y madurez entre unos y otros, cuando entre veinteañeros y adolescentes, aunque sea poca, existe diferencia.
Tampoco me ha gustado la trama del asesinato que no me ha aportado anda hasta las página trescientos. No me gusta que se me presente un hecho en la página cinco y que no vuelva a tener relevancia hasta la trescientos. Creo que la relación directamente proporcional que deberían haber tenido, a nivel narrativo, el romance de los personajes y la búsqueda del culpable del asesinato no existe. No hay equilibrio alguno.
Por otro lado em han encantado las ilustraciones y diversos aspectos de la escritura.
Me gustan como están creados los personajes y su evolución. Creo que está muy logrado el personaje de Jae y, por eso, apenas he conseguido empatizar y conectar con él. También me ha resultado interesante que sean estudiantes de matemáticas y hacer de una carrera universitaria asemejada a lo tedioso, lo complicado y lo aburrido un mundo de tensión, entretenimiento y dinamismo. Y el mejor punto han sido los personajes secundarios, tanto el gato como los amigos de Simón, entre otros, me parecen un acierto dentro de todas las tramas.
Es un libro agradable de leer pero, creo, que las expectativas me han jugado una mala pasada.