Los vencejos

La última novela de Fernando Aramburu, Los vencejos, está ambientada en Madrid y escrita seguramente desde su ciudad de residencia, Hannover. Lo primero que me ha llamado la atención ya en las primeras páginas es que resulta un placer leerla por lo bien escrita que está, lo cual me ha servido de acicate para leer las casi setecientas páginas que conforman la narración.



Escrita en primera persona por Toni (el personaje central, alrededor del que giran el resto de los personajes fundamentales en su vida), en 365 pequeños capítulos, desde el 1º agosto de 2018 hasta el 31 de julio del año siguiente, habiendo tomado la decisión de quitarse la vida al final de este periodo de tiempo. Se trata de un diario escrito para sí mismo, donde da rienda suelta a sus recuerdos e interpretaciones de lo que le sucede o ha sucedido en su vida y lo que pretende llevar a cabo, sin apenas filtros para expresar lo que piensa y siente en cada momento.



Parece ser que el motivo de tan drástica decisión está en una deliberación racional, en el ejercicio sereno del libre albedrío, junto con un hartazgo y una falta de sentido de la vida. Toni no muestra un estado anímico de desesperación, lo que choca con nuestra experiencia vital. No creo que resulte verosímil el planteamiento, pero realidad y ficción no siempre coinciden.



Personaje descreído (no profesa ninguna religión, ninguna ideología o tendencia filosófica) es un hombre del montón, solitario, de vuelta con el mundo, desilusionado con su profesión, y que a menudo se hace odioso (insensible, mordaz, cínico, grosero, etc.) como cualquiera de nosotros; prototipo de varón en la cincuentena, divorciado, y con un cansancio vital considerable.



La novela también se hace eco de la situación política de la España actual, así como de otros temas de rabiosa actualidad que se producen en el país, todo ello salpicado de un humor sutil, cáustico a veces, que arranca al lector alguna sonrisa.



Este libro no deja a los lectores indiferentes. Por el contrario, estamos divididos entre los defensores a ultranza, a los que nos ha gustado mucho la novela, y los detractores, que la consideran pésima. No se trata de una lectura para todos los públicos.