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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
25 October 2023
Por fin, ¡por fin!, he leído El prisionero de Zenda. Me repito mucho, pero es que es verdad: he ido relegando en mi estantería aquellos libros en los que se basaron películas clásicas que me gustan mucho, y este es un caso más... y como suele ser habitual, la novela me ha gustado todavía más que la película. Como yo la conozco desde que era pequeña y me gusta tanto la peli doy por hecho que es una trama archiconocida, pero lo mismo no es así. Os cuento.

La historia, narrada en primera persona, tiene como protagonista a Rudolf Rassendyll, un joven londinense de buena familia (los Burlesdon) que tiene una renta anual de dos mil libras y que, por tanto, se dedica a vivir la vida y no hacer nada de provecho. Es buena gente, es honesto, no es un calavera, pero ¿para qué va a trabajar si no le hace falta? La novela comienza precisamente con el enésimo intento de su cuñada Rosa para que haga algo útil con su existencia, pero Rudolf se lo toma con humor, sigue en sus trece y mientras tanto aprovecha para contarnos algo de su linaje familiar. Resulta que hace varias generaciones, una mujer (casada) de su familia tuvo un affaire con el príncipe Rudolf de Ruritania, y como resultado nació un churumbel pelirrojo como un sol y con una nariz recta y puntiaguda muy característica... vamos, que nació todo un Elsphberg de Ruritania, que, huelga decir en nada se parecía a los morenos Burlesdon. Como el destino es así de caprichoso, desde entonces, y cada cierto tiempo, la genética hace de las suyas y nace un pelirrojo de nariz puntiaguda en la familia Burlesdon que le recuerda la infidelidad de hace siglos, y nuestro Rudolf es uno de ellos... nada importante si no fuese porque es clavadito clavadito al actual príncipe de Ruritania (que también se llama Rudolf, vaya por Loki). Se acerca la coronación del príncipe como rey y nuestro Rudolf decide acudir, lo que quizá, dada la desconcertante semejanza en un país donde todo el mundo conoce el rostro de su príncipe, no sea buena idea... y es que puede haber confusiones, aunque esas confusiones sean de utilidad si el rey no puede hacer acto de presencia en su propia coronación y se necesita un sustituto con mucha, mucha urgencia durante unas pocas horas. Nuestro Rudolf se deja enredar; al fin y al cabo es un primo muy, muy lejano, es majete y tal... y lo que pasa a partir de aquí queda para los lectores que decidan abrir el libro (cosa que deberíais hacer ipso facto).

Para que entendáis un poco el tono de la historia, la asociación que me venía constantemente a la cabeza era La princesa prometida (la parte de la historia que tiene lugar en el país imaginario de Florin, claro). Si os gusta ese aire de cuento con reyes, princesas, sentido del humor, diálogos inteligentes y muy ingeniosos, duelos a espada, enemigos intrépidos con encanto, enemigos malvados sin nada de encanto, suplantaciones, aventuras, peligros, conspiraciones, castillos, secuestros, un personaje principal con mucha chispa y, por añadidura, amor verdadero... estáis ante vuestro libro. Se lee con ganas y se disfruta cada instante del proceso.

Y es que El prisionero de Zenda comienza en el Londres victoriano de finales del siglo XIX, pero el protagonista pronto se traslada al país de Ruritania, y con una transición impecable, natural, sin ruido, sin disonancias, sin nada que chirríe, pasas de imaginarte al Rudolf vestido como corresponde a su época de finales del siglo XIX a verlo en todo momento en tu cabeza con ropajes casi renacentistas, más acordes (a mi parecer) con el espíritu de la novela. En ningún momento te dicen que vistan así, simplemente te lo imaginas (a ver, estoy generalizando... lo he imaginado yo, que otra cosa no, pero imaginación un rato). A ver, Ruritania es un país inventado, y aunque esté implementado en la historia como parte del mundo real en el centro de Europa, evidentemente no lo es (eso la convierte en una novela pionera en la utilización de este recurso, por cierto), así que en un abrir y cerrar de ojos estás rodeado de carruajes, espadachines, palacios, castillos, damas hermosas, caballeros atractivos y galantes, rufianes a sueldo, barrios elegantes (a favor del rey), barrios bajos (a favor de Michael, su hermano bastardo), bosques con mil recovecos... hay trenes en Ruritania, es de suponer que ya debía haber vehículos a motor en el país como en el resto del mundo civilizado, pero Hope se las apaña para dejar eso fuera del cuadro, porque, para que nos entendamos, si se quiere una atmósfera como de cuento, los coches no pintan un carajo, así que todo el mundo en carruaje y a caballo cabalgando a todas partes. No me quitéis la ilusión, no me digáis que en Ruritania la ambientación es la misma que en el Londres victoriano con un pie ya en el siglo XX.

En fin, chifladuras aparte, todo en este libro fluye solo, desde los personajes hasta la trama pasando por la ambientación. Rudolf es el narrador de su propia historia, así que estamos todo el rato en su cabeza y sabemos lo que piensa en todo momento, tanto en su comienzo indolente, guasón y despreocupado sentado en un salón londinense de Park Lane, como cuando se ve involucrado en una aventura que al principio solo es arriesgada por si es descubierto y que acaba siendo peligrosa porque tanto él como el verdadero rey pueden ser asesinados en cualquier momento. Y mientras tanto se enamora perdidamente de una mujer que no solamente es hermosa sino que es buena... un amor de esos que son para siempre aun cuando jamás puedan llegar a puerto, ni bueno ni malo, porque están condenados a no ser desde el principio. Como digo, todo lo vemos a través de los ojos de Rudolf, y es a través de esos ojos que conocemos al resto de personajes y nos adentramos en Strelsau, la capital de Ruritania, sus calles, sus gentes, sus vítores y sus desprecios, su palacio y sus súbditos... y siempre de la mano de los mejores amigos del rey que ahora deben serlo (por la cuenta que les trae) del sustituto londinense... y luego está Zenda, claro. Es que no os he hablado de Zenda ni de Michael el Negro.

Todo héroe debe tener un antagonista, un villano, un archienemigo... y desde que ponemos un pie en Ruritania sabemos que para el príncipe Rudolf ese es su hermanastro Michael, conocido como El Negro (suponemos que no por su encantadora personalidad). Este tal Michael es señor de Zenda, situada a cincuenta millas de la capital; allí tiene su castillo (en ruinas), su otro castillo (rutilantemente nuevo), un pabellón de caza... y ahí, en Zenda, van a pasar cosas que no os puedo contar que harán salir al héroe justo, valiente y generoso que nuestro Rudolf, el londinense, esconde dentro. Cuando termina la novela poco queda del Rudolf enteramente dedicado a sus placeres y un tanto hedonista, porque no solo corre aventuras en Ruritania, sino muchos, muchos peligros, la vida de mucha gente está en sus manos, y de sus decisiones, acertadas o no, dependerá el devenir de un país entero. Y porque no os hablo del otro archienemigo que brilla en la novela, mucho más interesante y tridimensional que el tal Michael, y también mucho más divertido de leer... un villano de esos que no quieres que triunfen pero tampoco que le vaya mal en la vida (la contradicción humana), pero lo dicho, no os hablo de él porque hay que descubrirlo ya inmersos en la lectura.

Se dice en la sinopsis (que en realidad no es tal, sino un extracto del prólogo) que El prisionero de Zenda pertenece al selecto club de libros que no envejecen, y estoy totalmente de acuerdo. Esta historia embelesó a los lectores de hace ciento treinta años y sigue embelesando al lector que se acerca por primera vez a sus páginas en pleno siglo XXI. Me atrevo a decir que es de esos libros que hay que leer al menos una vez en la vida por el propio disfrute literario que implica. Tampoco os digo que sea una obra maestra de la literatura, no lo es, pero tiene algo que es incluso mejor: sabe acercarse al lector de mil maneras distintas y eso se traduce en que puede llegar a muy diferentes tipos de lectores, y lo consigue a base de entretenimiento puro y duro y una visión sobre lo que se pretende contar casi perfecta. Ofrece tantas cosas en una combinación tan impecable que cierras el libro planeando en volver a leerlo a no mucho tardar (yo voy a hacerlo, planeo releerlo el año que viene).

Arriba en la sinopsis no he contado gran cosa aunque no lo parezca, simplemente es la trama desde la que parte la novela. No me he adentrado en las cuitas de Rudolf en Ruritania, no os he dado nombres de ningún personaje salvo el suyo y el del rey y ni tan siquiera os he hablado del castillo de Zenda y del prisionero que esconde. Yo lo he leído recordando solamente la película (que hace siglos que no revisiono) y si no habéis visto la adaptación, sinceramente recomiendo no leer demasiado sobre el libro y zambulliros en él sin más. Ya os iréis encontrando personajes, aventuras y peligros conforme avancéis en las páginas. Quedaos con el tono que os comento más arriba: si eso os llama la atención, adelante. Si no, pues me parece fatal, la verdad, pero no me queda otra que respetarlo xD (muchas veces escribo estas tonterías y no pienso que quien no me haya leído nunca y esté acostumbrado a ellas se quedará a cuadros XD). Por cierto, que la novela tiene una continuación llamada Ruperto de Hentzau y necesito que alguna editorial la traduzca y la publique. Lo necesito MUCHO.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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