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Lo que me llamó más la atención fue que se trata del primer texto de la historia, o por lo menos que se haya descubierto hasta ahora, más antiguo incluso que la Biblia. Se cree por varias investigaciones que el texto original se escribió en el año 2700 a.C. , sobre tablillas de barro, las cuales se han ido deteriorando a lo largo de los siglos, y esto implica que haya partes de la historia que no se conocen, o se tienen que imaginar por algunas palabras. No obstante, es una historia de aventuras perfectamente entendible. La historia de Gilgamesh, la cual la propia Y. Betancourt muy gentilmente compartió conmigo por Instagram después de ver mi interés en la misma, es corta para lo que estamos acostumbrados en el siglo XXI. Lo único que parte un poco la historia es la pérdida de párrafos que he mencionado antes, pero se puede leer muy bien del tirón. Al leerlo, me recordó a leyendas egipcias, o incluso a la propia Biblia, ya que hay una parte con un diluvio divino, enviado por los dioses. Es el encanto que tienen este tipo de historias, que enganchan por eso mismo, por su formato de leyenda. La Epopeya de Gilgamesh narra la historia del rey de Uruk, Gilgamesh, dos tercios dios y un tercio humano, que aún siendo sabio y fuerte, no trata al pueblo como se merece, por lo que los dioses le mandan a Enkidu para darle una lección, y al final acaban siendo amigos y aprendiendo el uno del otro. Y es que la amistad puede ofrecernos grandes cosas, y esto ya se sabía en el siglo XVIII a.C. al parecer. |
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