Un entretejido magistral de personajes, psicologías y pérdidas, conectados todos por La Castañeda y el Palacio de Lecumberri. Muchos personajes se repiten (como la Jarocha, el Cacarizo, Consuelo, Elías), y la negligencia, ignorancia y el dolor son constantes. Este desfile de presidiarios, "locos" y abandonados se explora en detalle. Se nombran las cosas como se nombraban entonces, respetando la fidelidad de época; no hay juicios constantes sobre lo errores de entonces. Los mexicanismos no sobran y funcionan muy bien. Se nota la investigación histórica, la fluidez de una prosa transparente, directa y con punzadas de ingenio, pero más que nada, un verdadero interés en dejar hablar a aquellos ignorados por la sociedad. Aquellos en el filo de las sombras. "El rumor cada vez más tenue de la urbe se convirtió en el romper de las olas a la lejanía en Todos Santos. La oscilación del navío en altamar lo relajó y se sintió de nuevo niño cuando un abrazo por la espalda lo atrapó para protegerlo. «El océano siempre será más seguro que la tierra firme», escuchó en un susurro." |