Irreverente, histriónica y sorprendente. Así es la historia de Grumo y Mosquito, dos personajes de escasas artes, poco seso y aún menos entendimiento que cuando los ves aparecer piensas: cuanto más lejos, mejor. Pero ellos no son de los que se alejan, más bien al contrario, se acercan a la pobre boticaria viuda, una señora desvalida e indefensa que sola sería capaz de derrotar a un ejército ya fuera a base de gritos, maldiciones o escopetazos. Se acercan a la manceba que tiene la boticaria y todo el pueblo se termina acercando al lugar de los hechos con diferentes intenciones. No tardan en surgir justicieros de poca monta y aprovechados que no pierden la oportunidad de hacer negocio mientras dura el espectáculo. Por si eso no fuera suficiente, dejan en entredicho a las autoridades del lugar, que no saben como hacer frente a un delito tan extraño ya que no saben si es robo, secuestro o están pasando todos el rato. La novela está escrita como un teatro, por tanto, solo encontrarás diálogos y pequeñas pinceladas de la ambientación aunque no necesita nada más para que te metas en la trama y disfrutes con el par de alfeñiques que espantan la paz que se respira en el pueblo. Sin muchos aspavientos, nos damos cuenta de que estamos en un mundo de fantasía y de que del primero al último, están para que los encierren y tiren la llave. No dudes en leerlo si quieres pasar un rato divertido y entretenido con una novela que se sale de lo corriente. Eso si, negaré hasta la muerte haberlo leído, haberme reído y mucho menos habértelo recomendado. de hecho, esta reseña se autodestruirá en 3,2,1... |