“Las vidas que no viví” (2023), de Patricia Almarcegui se inserta en esa tradición de novelas breves, ligeras, líricas y contundentes al estilo de “Seda” de Baricco. No obstante, pese a su ligereza, “Las vids que no viví” me ha resultado una lectura densa. Pese a lo atractivo del argumento (dos mujeres que escapan a Menorca huyendo de diferentes realidades y sus problemáticas), su lectura me ha dejado muy frío. En este caso, los evidentes aciertos formales y estilísticos de la novelista no han sido suficientes para que la novela me atrapara. Y es que, quizás, lo peor que le puede pasar a un libro es no transmitirle nada al lector. Y, lamentablemente, es esto lo que me ha ocurrido. Otro aspecto a comentar sería el fragmentarismo narrativo. La novela va dando saltos continuamente, de una protagonista a otra, resultando algo confuso sin aportar nada a la narración. En definitiva, la novela me ha parecido prometedora en su argumento y preciosismo estilístico, pero acaba pinchando por ser una novela algo deshilvanada y fría. |