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Si me conocen un poquito, sabrán que amo los libros de personajes sin importar que la historia no vaya hacia ningún lado, y El niño que fuimos precisamente es eso, una novela de personajes adultos de los que conoceremos su (trágico) pasado y comprenderemos su presente (o al menos lo intentaremos). La historia nos cuenta el reencuentro de unos extraños que durante su infancia fueron mejores amigos: Román, María y Óscar, y nos adentra a conocer sus historias: la del internado donde vivieron, cómo fue la vida después de este y quiénes son ahora. Un reencuentro lleno de fantasmas que tienen que liberar para poder seguir adelante y no quedarse estancados. Volverse a ver puede significar más que revivir recuerdos de niños, significa liberarse de los secretos que los matan. Román: el era un niño de una familia adinerada, pero cuando sus padres mueren su familia decide saquear la fortuna de los padres de Román y enviarlo al internado para evitarse las molestias. Román es un niño sensible y tímido, alguien a quien fácilmente amedrentarían. Ya de adulto se convierte en un diseñador de zapatos famosísimo y no sufre ningun carencia, excepto en el corazón y se nota que quedó marcado por la calle y lo mal que la pasó para sobrevivir. Si me preguntan, él es mi personaje favorito porque fue del que más desarrollo vimos y hasta cierto punto es el protagonista de la historia. María: un niña aventurera, demasiado rebelde. Ella no es huérfana, pero viene de una situación de pobreza y es la más pequeña de muchos hermanos, por lo que lo que le queda son técnicamente las sobras, así que su madre, inteligentemente, la interna para que tenga un techo, comida y educación garantizada. Hay personas que nunca cambian y esto aplica para María, tiene la misma esencia que de niña y, a mí parecer, es el personaje menos desarrollado y que queda en segundo plano, como relleno. Y aunque es relleno, me gustó que tuviera un caracter fuerte y no fuera aplastada por nadie. Óscar: un niño que viene de un hogar con demasiadas carencias, menos afectivas. Su llegada al internado fue porque su madre ya no podía encargarse de él debido a problemas de salud, pero jamás dejó de quererlo. Óscar vivió e hizo cosas que ningún niño debe pasar y eso le formó un caracter duro e impenetrable. Él es mi personaje menos favorito, su historia me pareció muy dura y contada de una manera extraordinaria, pero simplemente con Óscar no logré conectar, pues es demasiado distante, altanero, frívolo e invulnerable. También hay un personaje secundario, Salvador, que toma bastante importancia en la historia de Román y esta historia es una gran crítica social a lo que está mal en la política mexicana, desde la imagen hasta el cómo se consiguen los puestos. Si bien el libro no es de mis favoritos, debo decir que el que se desarrolle en México me encantó, aunque me habrían gustado personajes menos hollywoodenses y más mexicanos, no me puedo quejar, pues yo los imaginé como cualquier persona que te encuentras en el transporte público y la historia podría encajar en ellos sin ningún problema. Lo que no me gustó fue que la narración saltara tanto en los tiempos y los personajes en un mismo capítulo. Sentí que esto le quitó velocidad a la historia y aunque entendí el propósito para hacer esto, no me pareció la mejor manera de hacerlo. Quizá capítulos más cortos y personalizados hubieran sido la solución. Quizá. En resumen, con una voz madura, firme y valiente, El niño que fuimos es una hisotoria hermosamente cruda, realista, desgarradora y de superación (en el buen sentido). |
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