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Crítica de islamilpalabras


islamilpalabras
19 October 2021
El nuevo universo tiene su centro en una aldea abandonada en la que vive Edith, una mujer de setenta y seis años, acompañada de sus once gatos, ella es fuerte y frágil a la vez, ha tenido que enfrentarse al mundo más de una vez y a dar fuertes volantazos; ahora solo se siente viuda de su pareja Andrea, muerta hace cinco años de cáncer. Andrea era una persona muy especial con una forma de ver la vida admirable, su pilar. Edith la quiere demasiado para dejarla ir y está algo enfadada con ella porque el proyecto que tenían es envejecer juntas y ahora no puede cumplirlo. Sigue viviendo en esa aldea que es su mundo, en la casa que ellas eligieron y fueron construyendo y transformándola en hogar, ajena a lo que puedan pensar de ella, hablando de vez en cuando por Skype con su hija Violeta, que viaja mucho y encima vive muy lejos, en Noruega, trabajando para una empresa productora de salmones. Madre e hija conocen sus silencios, sus reproches, sus gestos y es por eso mismo, porque se conocen demasiado o creen conocerse por lo que casi siempre acaban enfadadas. Sus conversaciones no son fluidas, son como un campo de minas a las que hay que ir sorteando, lo que hace que haya demasiadas palabras no dichas.
En la aldea también vive Jon, con J, un veterinario de vocación que llegó a la aldea con su hermana Mer, una mujer fuerte, alocada y llena de vida, y allí se quedaron a vivir. A pesar de las reticencias iniciales de Edith, Jon y ella al final se han hecho amigos, se conocen y creen conocer sus virtudes y sus miedos. Él tiene un trabajo temporal en un zoo, cuidando de las elefantas, Dora y Bimba, con una de ellas, Susi, entablará una relación especial, y es que Susi ha tenido una vida dura y como buena elefanta una gran memoria, Jon está intentando que vuelva a sentirse feliz, al menos todo lo feliz que se puede ser en un zoo, y si puede sacarla de él, mejor.
La aparición de Suzume, una niña japonesa con nombre de pájaro preocupada por Susi y su falta de apetito, así como de la posibilidad de que algún día falte alguno de los flamencos que habitan en el zoo, hace que Jon vaya recogiendo las migajas de información que le da, junto con las manzanas que Susi no quiere comer, con el fin de conocerla mejor. Hay mucha sabiduría y mucha pena en los ojos de esa cría contadora de flamencos.
Es ahí cuando te das cuenta de que entre la ternura, la soledad y la belleza sigue estando ese universo Palomas que tenías miedo a no encontrar, en los personajes, en la forma de narrar, en su dulzura, en su dolor, en su esperanza y surge esa nueva familia que no lo es de sangre pero sí lo es de travesía y con cada una de sus reflexiones vas notando que el nudo de la garganta se hace cada vez mayor, que el estómago se encoge y el corazón llora…y ríe, porque Palomas es puro sentimiento y no hay una cosa sin la otra y de repente te das cuenta del objetivo de la novela, de que no debe haber secretos con quién quieres, no debe haber silencios oscuros sino compartidos y que la diferencia entre sobrevivir y vivir es la existencia de los sueños y que por ellos hay que levantarse cada mañana y luchar y sentir, levantar la cabeza y seguir adelante, a pesar de todo.
En mi opinión una delicia que recomiendo sin dudar.
Enlace: https://laisladelasmilpalabr..
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