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Crítica de MarioG17


MarioG17
01 July 2020
«La sociedad disciplinaria genera locos y criminales», dice el ensayista y filósofo surcoreano Byung-Chul Han, y «la del rendimiento produce depresivos y fracasados», añade. La historiadora del arte Anna Adell (Blanes, 1972) lo cita en su ensayo Atrapados por Saturno. Imaginarios recientes de la melancolía (Casimiro, 2020) para construir una obra donde se conjugan la sociedad actual, la depresión, el capitalismo y el arte en torno al eje central: la melancolía.

Desde la bilis hasta la atrabilis, Adell escribe sobre el origen etimológico de la melancolía, así como su esencia. En un momento de infelicidad y desencanto social como el actual —donde la depresión campa a sus anchas— es importante acercarse a un ensayo como este, no solo para comprender este fenómeno, sino también para ver su relación y convivencia con el arte a lo largo del tiempo, desde el Siglo de Oro español hasta las películas y series del siglo XXI.

El tema de la melancolía no es actual. de ella ya hablaron médicos griegos y romanos y teólogos de la Edad Media. Los antiguos, de hecho, quisieron situar la melancolía dentro del cuerpo humano, concretamente en el bazo. Más en la actualidad, hay quien la ha relegado de manuales médicos para que solo la utilicen los poetas. Ahora, según la autora, «podemos describir la melancolía y, en general, la enfermedad mental, como un laberinto de espejos rotos donde uno va desgajándose en fragmentos a medida que recorre los pasillos tratando de evitar en todo momento acercarse al minotauro que lo amenaza desde algún centro neuronal imaginario. En este sentido, el pensamiento melancólico es una huida del propio centro, un descentrarse a perpetuidad».

Adell también habla del síndrome burnout o del trabajador quemado. En su libro El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl dice que, el aumento del tiempo de ocio de los trabajadores provoca que estos no sepan en qué ocupar su tiempo y desarrollen un vacío existencial, que definió como «la neurosis colectiva más frecuente en nuestro tiempo». Sin embargo, en la actualidad el síndrome burnout y la imposibilidad de desconexión frente a obligaciones laborales provoca desazón y melancolía en los trabajadores.

Ahora se busca mucho trabajo en poco tiempo: inmediatez, aunque esta se lleve por delante la salud mental del empleado en beneficio económico del empleador. Por eso, dice la autora, «el tiempo está fuera de sus goznes».

Entre individualismo e industrialización, Adell plantea una crítica feroz al capitalismo tardío como «engendrador de monstruos». La búsqueda de la felicidad y la libertad es todo un reto en la era de internet, donde superar la melancolía se choca con el postureo y los asistentes virtuales.

Hay que admitir que no todo en la existencia humana es bienestar y desechar las utopías a veces es el primer paso para apoyar los pies en el suelo. El ser humano no sabe aburrirse porque, haciéndolo, corre el riesgo de caer en depresión. Hay que tener, siempre, proyectos en mente, o arriesgarse a que se cierna sobre nosotros la melancolía atávica.

Además, el duelo —por personas, por épocas pasadas, por lugares o por recuerdos bellos que no se repetirán—, mal canalizado puede derivar en melancolía y provocar una honda incisión en nuestro estado anímico por donde puede colarse la depresión.

Esta obra, titulada con ese nombre tan mitológico porque Saturno es símbolo de melancolía, incluye algunas fotografías que sirven para complementar esas obras artísticas —esculturas o fotogramas de películas, por ejemplo— de las que habla en cada capítulo.

Adell cita numerosas obras de interés para aquellos a los que les apetezca ahondar en el tema de la melancolía. Con una prosa sutil, cuidada y poética sin perder la profesionalidad, la autora consigue atraer al lector para comprender mejor temas como este. Construye con belleza un texto ya de por sí contenedor de elementos y referencias mitológicas y filosóficas. Desde Kierkegaard hasta Emil Cioran, pasando por Virginia Woolf, Baruch Spinoza y Roland Barthes, Adell demuestra que detrás de este breve ensayo hay muchas lecturas, mucho arte visto y disfrutado y mucha documentación previa.

La visión de la autora va más allá de lo superficial y de lo que cualquier persona puede ver en el arte. La autora explora y analiza con precisión lo subterráneo, desgrana los mensajes ocultos. Ante un tema que puede resultar farragoso, la autora escribe un texto ameno que no pierde interés. Aunque, eso sí, es necesario concentrarse para absorber todo el jugo que tiene porque se trata de un ensayo completo e interesante repleto de artistas y psicología.
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