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Crítica de Joserodher


Joserodher
21 April 2024
Esta antología se inicia con un cuento no demasiado memorable de E.T.A. Hoffmann «El plato o una historia de fantasmas». El fantasma aquí es invisible y se aparece en forma de plato que se mueve solo como si fuera llevado por alguien. Esta visión del plato con movimientos autónomos enloquece a los que la contemplan.

«Los agujeros de la máscara» de Jean Lorrain es una pesadilla fantasmagórica provocada por el consumo de éter. El drogadicto se ve a sí mismo disfrazado de carnaval y comprobando que bajo la máscara de los asistentes a la fiesta no hay nada. Ni tampoco bajo la suya al mirarse al espejo: Sentía hundirse mi razón en el espanto; ¡lo sobrenatural me envolvía! ¡La rigidez, el silencio de todos aquellos seres con máscaras! ¿Qué eran? ¡Un minuto más de incertidumbre incertidumbre y sería la locura! No aguantaba más y, con la mano crispada de angustia, avanzando hacia una de las máscaras, levanté bruscamente su cogulla. ¡Horror! ¡No había nada, nada! Mis ojos despavoridos sólo encontraban el hueco de la capucha; el traje, la esclavina, estaban vacíos. Aquel ser que vivía sólo era sombra y nada. Loco de terror, arranqué la cogulla del enmascarado sentado en la silla vecina: la capucha de terciopelo verde estaba vacía, vacía la capucha de las otras máscaras sentadas a lo largo del muro. Todos tenían rostros de sombra, todos eran la nada. ¡Si yo también era semejante a ellos, si yo también había dejado de existir y si bajo mi máscara no había nada, sólo la nada! Corrí ante uno de los espejos. Un ser de sueño se erigía ante mí, encapuchado de verde oscuro, coronado de flores de lis negras, enmascarado de plata. Y aquel enmascarado era yo, pues reconocí mi gesto en la mano que levantaba la cogulla y, boquiabierto de espanto, lanzaba un enorme grito, pues no había nada bajo la máscara de tela plateada, nada bajo el óvalo de la capucha, sólo el hueco de tela redondeada sobre el vacío: estaba muerto y yo…
—Y tú has vuelto a beber éter —gruñía en mi oído la voz de de Jacquels—. ¡Curiosa idea para distraer tu aburrimiento mientras me esperabas!…»

«Efectos de un sueño interrumpido» de Luigi Pirandello es un interesante relato sobre la materialización del personaje de un cuadro en un sueño. Tiene un punto humorístico final al criticar la simpleza de considerar alucinación cualquier acontecimiento inexplicable: «Qué gracia me hacen todos esos caballeros, hechos y derechos, que ante un acontecimiento inexplicable, enseguida encuentran una palabra que no significa nada pero que les tranquiliza. ¡Alucinaciones!». de los mejores de la antología. Un 9.

«El extraño visitante de Eveline» de Miss Braddon es uno de los mejores relatos de la colección. El vengativo fantasma de un aristócrata muerto en un duelo se aparece a la esposa de su matador hasta ocasionarle la muerte. No se puede contar mejor esta historia oscura y misteriosa esta venganza de ultratumba. Esta Miss Braddon es una escritora victoriana a descubrir: hoy está totalmente olvidada aunque fue muy exitosa en su época. Un 9.

Considerar «El viejo Antille» de Ramuz un cuento de fantasmas es entender esta tipología de cuentos en un sentido muy amplio. Es más bien un extraño cuento costumbrista en que un viejo que se ha quedado ciego cuenta a retazos la historia de un cadáver aparecido tras el deshielo de un glaciar cincuenta años después de su desaparición: «—Fue el verano pasado, porque hizo bueno todo el mes de julio y todo el mes de agosto. Lo encontraron justo al final del glaciar, y es que el hielo se había retirado. Lo había dejado allí.
Y seguía contando:
—Hacía cincuenta años que había desaparecido. Y cuando su hijo vino para reconocer el cuerpo, ¡pues bien, su hijo era más viejo que él! Porque el padre no había cambiado, no había cambiado ni un pelo, conservaba todo el cabello y su bigote seguía negro, no se había podrido, y la tez fresca... Entonces, cuando su hijo llegó —tiene mi edad, la barba toda blanca, lleno de arrugas en la cara y en el cuello.El padre parecía el hijo y el hijo parecía el padre, y estaba allí mirando, y nosotros le mirábamos, y comparábamos... Encorvado, el hijo, y cojo, y pequeño, se apoyaba en un bastón; el otro, un buen muchacho, todavía joven, tendido boca arriba como si estuviera durmiendo.» Esta impresionante narración se enmarca en un cuadro costumbrista. También encontramos una curiosa descripción de las almas (almas en pena o fantasmas): «Salen así, cada una a su vez, de su agujero. Son blancas. Son como mujeres en camisón. Ligeras. Se estiran, se elevan, se balancean un poco ¿Qué otra cosa podían ser? al principio se quedan por lo bajo reposando con los pies en la superficie del hielo, después se ponen en movimiento, se desplazan hacia los lados. Son blancas sobre el azul y el verde, después sobre el gris y sobre dl negro; y a medida que anochece se van acercando unas a otras. Forman un grupo que va y viene, sube hacia nosotros y vuelve a bajar; entonces se oye un ligero ruido, como el viento: son sus lamentos. Un ruido como cuando entra una ráfaga por la chimenea: significa que no están contentas…»

«Adrienne Buquet» de Anatole France me parece uno de los mejores de la colección. Para mí es un 9. Nos relata un caso de aparición del fantasma de un vivo. Tiene un entrañable carácter costumbrista que incorpora lo extraordinario en la cotidianidad de una sencilla pareja burguesa.

«Shtoss» de Lermontov es un relato inacabado lleno de fascinación. Un pintor amargado oye una voz interior que le ordena dirigirse a una dirección concreta y le da un nombre (el que da título al relato). El pintor obedece y, al llegar, encuentra vacía la casa en cuestión solo habitada por un inquietante retrato. Se decide a alquilar la casa y empiezan a sucederle apariciones fantasmales del personaje retratado que le incita a jugar a los naipes.

«La mendiga de Locarno» de Heinrich von Kleist es un cuento de fantasma vengativo mas bien anodino y poco memorable. La mendiga, alojada por un ama de llaves compasiva en una sala del palacio de un marqués, es echada por éste cuando la descubre y muere de una caída. Tras esta muerte en esa sala se oye siempre a medianoche, cuando falleció la mendiga, los ruidos de los pasos y el desplome de la mendiga. El marqués arruinado no consigue deshacerse del palacio y acaba muerto en la sala donde falleció la mendiga, víctima de un incendio provocado por la vela que portaba: «el marqués ha tomado una vela y, harto de la vida, ha prendido fuego al edificio revestido de madera. En vano intentaron entrar en el palacio para salvar al infortunado, que ya había muerto de la manera más atroz. Todavía hoy pueden verse sus blancos huesos, reunidos por la gente del lugar, justo en el rincón donde yacía la mendiga de Locarno antes de que él le ordenase levantarse.»

«Angeline o la casa encantada» de Émile Zola es una parodia del género: versión realista y humorística del cuento de casa encantada con historia trágica. Consigue cautivar la atención de principio a fin: brillante. La decepción realista viene al final. Un 9.

«La habitación perdida» de Fitz-James O'Brien es un extraño cuento barroco. Digo barroco porque su estilo es recargado, lleno de adjetivos, la mayor parte de las veces cada sustantivo lleva adheridos dos adjetivos. Nos cuenta en primera persona cómo un extraño personaje solitario que vive en una extraña habitación, sale a tomar el aire y cuando vuelve la encuentra ocupada por seis personajes: tres bellas mujeres y tres enmascarados que celebran un festín, parece que caníbal. le ofrecen las raras viandas y él las rechaza y exige que abandonen su habitación, que, por otra parte, se encuentra muy cambiada. Acaba jugándosela a los dados y pierde… ¿Es todo una alucinación provocada por el opio como en el relato de Lorrain? Recuerda al relato «Los agujeros de la máscara» por el tono desquiciado. No me ha gustado demasiado. Un 6.

«El Espectro del Señor de Narbona» de Emma Perodi forma parte de la colección de cuentos infantiles “Le novelle della nonna (Cuentos de la abuela)” aunque su lectura es también disfrutable por cualquier adulto. La entrañable abuela Regina nos cuenta un aterrador cuento de fantasmas muy clásico. Tras una terrible batalla entre güelfos y gibelinos en la que participó incluso “ese tal Dante, que viajó, Dios nos libre, al infierno, y lo contó después en poesía ... quedaron montañas de cadáveres con las que los cuervos se dieron buenos festines; y la gente de aquí tenía tanto miedo a acercarse a aquel campo de muerte, que todos aquellos que tenían que ir a Florencia o a Arezzo preferían dar un gran rodeo antes que pasar por el camino principal.” “El señor de Pratovecchio era un tal Guido Selvático, el cual aseguraba no conocer el miedo. de día y de noche, iba solo a caballo por los bosques, atravesando los lugares más peligrosos, y riéndose de todas las cosas que infundían temor a cualquiera.” Este Selvático acepta el reto de cabalgar sobre el campo de cadáveres diez veces esa noche. Esa “proeza” le traerá problemas especialmente de insomnio y de visiones fantasmales. La forma de satisfacer al más importante de los fallecidos, que da título al cuento, ocupa el resto del relato. Los huesos deben ser sepultados bajo tierra y honrados debidamente. El respeto a los muertos y la creencia popular en las almas en pena está en la base de este maravilloso cuento.

«Las cruces peregrinas» de Georges Eekhoud tampoco es un cuento de fantasmas tradicional sino más bien una anécdota macabra llena de humor negro. Nos cuenta que en el cementerio de los colonos solo hay doce cruces, ni una más. «Cada vez que hay una muerte el enterrador desarraiga la cruz del más veterano de los últimos doce muertos y la vuelve a plantar sobre una nueva tumba anónima…¡Cruces erráticas, cruces en pena! Recorren la hechizada landa como exploradores, o como reos paseando por el patio o dando vueltas uncidos a la rueda del molino. El campesino las ha bautizado con el sugerente nombre de Cruces Peregrinas.»

«Vivo» de Gustav Meyrink es un extraño cuento esotérico que no acabo de entender sobre la posibilidad de la inmortalidad. Según el narrador la clave de la vida eterna es la siguiente: «Si el ser humano quiere escapar de la muerte, entonces no deberá aguardar ni esperar nada.» Nos presenta la idea del doble que vive a costa nuestra una vida placentera (curiosa idea). Destaco esta frase: «…todo el universo está impregnado del vapor pestilente de la muerte de un presente que apenas acaba de nacer. ¿Quién no ha sentido nunca esa debilidad nerviosa que nos atrapa cuando estamos en la sala de espera de un médico, un abogado o una oficina? Lo que llamamos vida no es más que la sala de espera de la muerte. de pronto, me di cuenta en ese preciso momento de lo que es el tiempo: nosotros mismos somos imágenes hechas de tiempo, cuerpos que parecen ser materia pero que no son otra cosa que tiempo coagulado.» Frases así te dejan pensando. No es un cuento de fantasmas clásico sino más bien filosófico y esotérico.

«La historia del fantasma novato» de H.G. Wells es, como hace esperar su título, un cuento humorístico. Encontramos un diálogo con un fantasma débil y apocado y su dificultad para pasar al otro lado, en lo que le ayuda con pases mágicos el interlocutor (miembro de un club inglés). No consigue descubrir el narrador los misterios del otro lado: «Era demasiado egoísta y distraído para darme una idea clara sobre la clase de lugar, de región que se extiende al Otro Lado de las Cosas.» al contar esta historia a sus amigos, le incitan a repetir los pases y desaparece de este mundo él mismo, falleciendo.
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