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Disfruté mucho del estilo del narrador: desparpajado, desenfadado y muy directo. Fernando es un puberto quien está atravesando "los tres meses de suerte fatal" y lo acompañamos en ese recorrido. Es un personaje transparente en muchos aspectos de su vida y reservado en otros tantos, y ese misterio aunado a la casa embrujada que está próximo a heredar, le dan un toque fantástico a la historia. En cuanto a lo fantasmal de la historia no quisiera revelar lo que sucede porque me parece un excelente recurso para sanar heridas y para que Fernando pueda enfrentar sus temores: solamente diré que sí hay fantasmas aunque se tarden en aparecer y no estemos seguros de su naturaleza hasta prácticamente el desenlace. Mi personaje favorito es Cata, la prima que tiene un año sin hablar con la tía Queta, pero quien es la encargada de darle las noticias inquietantes a Fernando desde que lo conoce. Ella misma tendrá sus propios temores que vencer y sus propias alianzas que fortalecer y en el camino será apoyo para Fernando. En cuanto a los adultos, debo decir que todos tienen roles muy importantes, así sea breve su intervención en la trama principal. Obviamente León, el papá de Fernando, es quien se lleva la mayor interacción con él y con nosotros los lectores. Se trata de un personaje encantador a quien poco a poco iremos conociendo. Tampoco me gustaría revelar mucho de sus acciones, simplemente decir que me dejó pensando mucho y me recordó a mi propio padrastro (temporal). Debo confesar que al terminar de leer el libro no supe qué hacer con mi vida: tenía un montón de emociones encontradas: el desenlace me dejó muy satisfecha con el corazón hecho guacamole pero contenta de saber que fue el mejor camino para los personajes, en especial para Fernando. Se trata de una lectura conmovedora, llena de sorpresas, de elementos fantásticos que hacen más llevadera la revelación de los sucesos del pasado, con personajes entrañables como solamente Jaime Alfonso puede lograr. Sin duda muy recomendable para todo tipo de público, sin importar la edad, pues todos hemos tenido secretos familiares que luego nos sorprenden en el presente. |
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