Que una novela perdure en el tiempo ya es motivo para su reconocimiento. Si además se le añade la transgresión que supuso en una época nada acostumbrada a salirse de la foto, el mérito es más que justificado. Recuerdo que cuando la leí fue lo explícito lo que me sorprendió. Es lo que pasa si una se acostumbra a una literatura demasiado actual y casi siempre, pasajera. Cuando por la azarosa oferta de lanzamiento de una editorial cae en tus manos algo distinto, el impacto para unos ojos poco acostumbrados a lo peculiar se percibe. Lo apropiado de la prosa queda en segundo plano a razón de las escenas que el lector espera y escruta. En lo señalado al principio radica el principal acierto de esta novela, es diferente a lo que hasta entonces se había escrito y también ha inspirado otras historias. Por eso aún pervive. La falta de imaginación de los que ahora se dedican a esto recurre a lo genuino para hacer una derivada de pretendida solvencia. Rara vez ocurre. |