Autorretrato en el jardín

El paisaje es un territorio de afectos, una maravilla que contiene tanto la materia como el espíritu, me convence de lo necesario de la ceremonia: todos podemos plantar en este espacio porque cada humano es garante de lo vivo.
Ser jardinero para encontrar el paraíso personal en medio del gran jardín compartido que habitamos (105)

Pensábamos que ese primer amor entre primos era de color pomarrosa y que a nosotros, al igual que al árbol, nos iban a salir flores de las axilas. Nuestros brazos eran las hojas y los levantábamos para dejarnos mecer por el viento. En esa época no necesitábamos mucho para ser felices (95).

Tener a una suculenta es tener un poema: ojo de Venus, dedos de Dios, crásula hoguera, madreperla, nometoques, rosa negra o también llamada siempreviva. En sus hojas guardan el agua, guardan la vida (138).

Las malahierbas, esas sobrevivientes de la humedad y del dolor, son las más buenas y bellas entre las hierbas (131).