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Alba Editorial. El narrador de En busca del tiempo perdido cuenta cómo se forma y se decide una vocación de escritor cuando el poder de la impresión sensorial es tan grande que debe salvar una ardua distancia para convertirse en lenguaje. Pero la novela no es solo un magnífico estudio de psicología de la percepción, sino también una crónica tan fidedigna como mordaz de la Belle Époque. Ofrecemos aquí, en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, el primer volumen con las dos primeras partes de esta obra magna.

Acantilado. En sus últimos años, lo primero que solía hacer Proust sin levantarse siquiera de la cama, que fue su despacho durante años, era tomarse un café con leche y un croissant. Lo segundo contestar, desde allí mismo, a la copiosa correspondencia que en la mayor parte de ocasiones le servía para estar en contacto con un mundo al que rehuía. La selección que plantea Estela Ocampo no es tanto cronológica como temática y bien puede leerse como la biografía que el autor nunca abordó.

Ediciones del subsuelo El editor Bernard de Fallois, fallecido en 2018, fue posiblemente uno de los grandes conocedores de la obra de Proust y el artífice de que se publicaran finalmente textos perdidos, tempranos e inéditos como el ‘Jean Santeuil’ y ‘Contra Sainte-Beuve’ que iluminaron el contexto creativo del autor. En estas conferencias, el editor desarrolló algunas aproximaciones a la figura de Proust desde una mirada más ligera de lo habitual poniendo el acento en aspectos poco conocidos, como el poco destacado humor de Proust.

Páginas de Espuma Sostiene Mauro Armiño, traductor de este volumen en el que se recogen todos los escritos ensayisticos que Proust dedicó tanto al arte como a la literatura, que aunque el autor defendiera que hay que deslindar la vida de un autor de su escritura, necesariamente los intereses, los temas y las obsesiones de los escritores van a conformar una suerte de biografía. Textos dedicados a Baudelaire, Flaubert, Goethe se unen aquí al amor de Proust por John Ruskin, Rembrandt o Gustav Moreau.

Paidós Cuando en febrero de 1980, Roland Barthes cruzó su camino con el de la camioneta que le mataría, se dirigía, precisamente, a preparar un curso sobre Proust y la fotografía. No es el que teórico francés hubiera escrito mucho sobre el autor de la ‘Recherche’ pero sí fue uno de sus lectores apasionados a lo largo de su vida. En esta obra, muy en consonancia con sus mejores trabajos ('Mitologías' o 'Fragmentos de un discurso amoroso' ), Barthes recoge fragmentos, impresiones, fichas y lecturas en un batiburrillo fascinante.

Alianza Una enciclopedia divertida y original que convierte a Marcel Proust en una figura pop, a partir de ingeniosas infografías en las que vierten los más fidedignos datos con consideraciones un punto absurdas. Preguntas como cuántas veces tomó Proust el metro y su respuesta (cero) se oponen al número de cartas que envió, la longitud media de su frases, sus adjetivos más utilizados, las drogas que frecuentaba y los distintos modelos de bigote que utilizó a lo largo de su vida.

spuela de Plata Es muy posible que la gran obra de Proust, esa epopeya de aristócratas que es a la vez un microcosmos concreto donde se muestra un mundo completo en el que todos nos podemos reflejar, tuviera su momento seminal en las crónicas sobre la alta sociedad parisinas que el entonces joven autor practicó con un importante conocimiento de causa puesto que él mismo fue uno de sus importantes personajes. El libro cuenta con un iluminador prólogo de Luis Antonio de Villena.

Estos nueve relatos, todos inéditos menos uno, escritos a finales del XIX, fueron el último tesoro en salir del arcón de De Fallois. Fueron muy publicitados por lo que suponían como rareza, ya que era la primera vez que el escritor francés abordaba por primera vez su homosexualidad que solo se haría patente en 'Sodoma y Gomorra', uno de los volúmenes de ‘En busca del tiempo perdido, en los que este deseo se hace más explícito y que solo aparecería después de la muerte de Proust.

Elba Editorial. Una 'delicatessen' proustiana que sus editores, Estelle Gaudry y Jean-Yves Tardié, presentan como una si se tratase de una novelita. Así se pueden leer las 23 cartas que Proust dirigió a su vecina, esposa de un odontólogo que se instaló en el piso superior del edificio del boulevard Housmann, donde vivía recluido Proust en su célebre habitación forrada de corcho para evitar el ruido de la calle que tanto le importunaba. Las obras en casa del dentista torturaron al autor y éste se dedicó a quejarse a la señora Williams, pero pronto la queja dejó paso a una elegante e irónica complicidad.

Lumen. La muerte de De Fallois propició que estos textos fragmentarios de Proust que el editor mantenía inéditos salieran por fin a la luz. Escritos entre 1907 y 1908 son una obra imprescindible para los buenos lectores del autor y una suerte de esbozos de carácter autobiográfico de lo que más tarde acabaría cristalizando en su obra maestra. Como curiosidad, las historias que luego desarrollará Proust al galope de la ficción no se ocultan aquí bajo otras denominaciones sino bajo los verdaderos nombres de sus familiares y amigos.