La conjura de la niebla de Ángela Banzas
Definitivamente a Elena, de niña, no le gustaba entrar en su propia casa. De adulta tampoco. Porque la casa en la que había crecido, la de su abuela Manuela, olía a humedad, a cera quemada y a sombras. A quien busca esperanza y solo encuentra más culpas que cargar.
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