Química imparable de Zelá Brambillé
—Pero al menos eres feliz —susurro. —No, solecito, la felicidad es efímera, un día puedo ser el más feliz del mundo y al día siguiente el más desgraciado. —Trago saliva—. ¿Quién te dijo que eres aburrida? —Nadie —digo, mirando hacia otra parte. —Ese tal nadie es un imbécil. —Vuelvo a mirarlo—. Todos tenemos días brillantes y días nublados, ese tal nadie tiene frente a él un sol radiante que quiere llenar su cielo de luz, nadie es muy estúpido porque no deja que sus rayos lo iluminen. |