La última cabaña de Yolanda Regidor
Decía Schopenhauer que, a excepción del hombre, ningún ser se maravilla de su propia existencia. Y él qué sabía. Qué sabía él de lo que piensa el ciervo cansado de luchar contra otros machos, o la minúscula musaraña que se arriesga, por hambre, a entrar en mi cocina. Qué de ese ciervo cuando vence a su rival o de la musaraña con su pancita llena de migajas. Qué se yo de todo eso. Qué sabe ningún ser de lo que hay en la cabeza de otro. Schopenhauer no cree en el ciervo, ni el ciervo en la musaraña. Tampoco yo en Schopenhauer.
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