Henry V de William Shakespeare
Pero si la causa no fuese buena, el propio rey tendría una pesada cuenta que rendir, cuando todas esas piernas y brazos y cabezas cortadas en una batalla se unieran al final del día para gritar juntas «Morimos en tal sitio»; unos jurando, otros llorando por un médico, algunos por haber dejado a sus mujeres en la pobreza, otros por las deudas sin pagar, otros más por los hijos vulnerables y abandonados.
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