La feria de las vanidades de William Makepeace Thackeray
A medida que desfilan nuestros personajes, pediré autorización, como hombre y como hermano, no sólo para presentarlos, sino, accidentalmente, para acercarme a las candilejas y hablar de ellos. Si son buenos, les demostraré mi simpatía y estrecharé su mano; si son tontos, me burlaré de ellos confidencialmente con el lector, y, si son malos y sin corazón, los injuriaré en los términos más recios que me permita la cortesía. De otro modo podríais creer que me burlo de la práctica de la lealtad que tan ridícula encuentra miss Sharp, que soy yo quien se ríe del tambaleante Sileno, cuando la risa sale de una persona que no respeta más que la riqueza y no busca sino el encaramarse. Estos tipos viven y prosperan en el mundo sin fe, sin esperanza, sin caridad. Duro con ellos, amigos míos, con toda nuestra alma. También hay algunos charlatanes e imbéciles que prosperan, y es para desenmascarar y combatir a éstos para lo que sin duda se inventó la Risa.
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