Una dama extraviada de Willa Cather
El día gris oscurecía y, mientras los tres se sentaban a tomar el té junto a la ventana salediza, rápidamente ráfagas de nieve empezaron a caer sobre los anchos prados, entre la colina y el pueblo; el crujido de los grandes álamos que rodeaban la casa pareció decir que el invierno había llegado.
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