La mujer de blanco de Wilkie Collins
La natural elegancia de sus movimientos que pude observar cuando se dirigió hacia mí desde el fondo de la habitación me llenó de impaciencia por contemplar de cerca su rostro. Se apartó de la ventana y me dije: «Es morena». Avanzó unos pasos y me dije: «Es joven». Se acercó más, y entonces me dije con una sorpresa que no soy capaz de describir: «¡Es fea!».
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