La espada de cristal de Victoria Aveyard
Antes pensaba que el color de la sangre lo era todo, la diferencia entre la oscuridad y la luz, una división irrevocable e infranqueable que volvía poderosos, fríos y brutales a los Plateados, inhumanos en comparación con mis hermanos rojos. Ellos no se asemejaban a nosotros. Eran incapaces de sentir dolor, remordimiento o bondad. Pero personas como Cal, Julian y hasta Lucas me han enseñado que estaba equivocada. Los Plateados son tan humanos y están tan llenos de miedo y esperanza como nosotros. No están libres de pecados, pero tampoco los Rojos lo estamos. Tampoco yo.
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