Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Había en el tono de aquel desventurado un sentimiento tan profundo de su miseria, que ella no tuvo fuerzas para añadir más; por otra parte no habría podido oírlo. Él añadió: –Nunca me he sentido tan feo como ahora; cuando me comparo con vos, me apiado de mí, pobre monstruo. Seguramente os parezco como un animal, ¿no? Vos, sin embargo, sois como un rayo de sol, como una gota de rocío, como el trino de un pájaro. Yo soy algo horrible; ni hombre ni animal, un no sé qué más duro, más pisoteado, más deforme que una piedra. |