Nuestra Señora de París de Victor Hugo
–¡Pardiez! ¿Qué libros son los vuestros? –Aquí tenéis uno –dijo el archidiácono. Y abriendo la ventana de la celda, señaló con el dedo la inmensa iglesia de Nuestra Señora, que perfilando contra el cielo estrellado la negra silueta de sus dos torres, de sus costillas de piedra y de su monstruosa grupa, parecía una enorme esfinge de dos cabezas sentada en medio de la ciudad. El archidiácono contempló silencioso durante unos momentos el gigantesco edificio, y extendiendo con un suspiro su mano derecha en dirección del libro impreso, abierto encima de la mesa, y su mano izquierda hacia Nuestra Señora, y paseando con pena la mirada del libro a la iglesia, dijo: –¡Ay! Esto matará a aquello. |